domingo, febrero 01, 2015

Nostalgia por Sumner Welles

Nostalgia por Sumner Welles
ANDRÉS REYNALDO | Miami | 1 Feb 2015 - 9:55 am.

Desde la llegada a La Habana en 1933 del embajador Sumner Welles ningún
otro diplomático estadounidense había provocado tantas expectativas
entre los cubanos de la Isla como Roberta Jacobson.

Desde que el embajador Benjamin Sumner Welles llegó a La Habana el 7 de
mayo de 1933 en un vapor de la United Fruit Company ningún otro
diplomático de Estados Unidos había provocado tantas expectativas entre
los cubanos de la Isla como Roberta S. Jacobson, subsecretaria de
asuntos hemisféricos del Departamento de Estado. Ningún otro, asimismo,
vino a traerle tanto a un dictador y tan poco al pueblo.

Welles, inspirado en la visión panamericana de Franklin D. Roosevelt, se
propuso sacar de la silla presidencial a Gerardo Machado, activar la
economía, conciliar las facciones en pugna y evitar una intervención
militar. Como saben, restaurar la democracia. Indudablemente
encantadora, y yo diría que hasta con un grado de vergüenza ajena,
Jacobson carga la misión de crear un modus vivendi con la dictadura de
más de medio siglo de los hermanos Castro. A brazo partido con la
realidad, le ha tocado hacer pasar por estrategia la política frívola y
simplificadora de John Kerry y Barack Obama.

Cierto que no hubo grandes acuerdos en esta primera cita. Sin embargo,
la dictadura estableció el tono, con barco espía ruso anclado en el
puerto. No hará concesiones en el marco de los derechos humanos ni
permitirá la participación de los opositores en la vida política del
país. Punto. La verdad es que no tiene por qué. Sencillamente,
Washington le regaló las relaciones a cambio de nada. Se entiende que
sea un momento de rejuvenecedor optimismo para la vieja guardia
castrista. Tal como ellos son dueños de almas y haciendas por la fuerza
de las armas, mañana sus hijos y nietos lo seguirán siendo además por la
fuerza del mercado.

Con las magnánimas tijeras de Obama la dictadura cortó el nudo gordiano
de la supervivencia. Al sector más recalcitrante se le asegura la
continuidad del Estado policíaco con todos sus privilegios y al sector
reformista se le trae de vuelta el capitalismo. La única competencia
entre ambas partes consiste en demostrar quién es más fiel a Raúl y, ya
lo ven venir, a su hijo Alejandro. Podrán abrir un rincón a "la
oposición leal" en la Asamblea Nacional, podrán pertenecer al Partido
algunos millonarios del exilio (ahora hay que decirle "diáspora"),
podrán seguirle devolviendo el patrimonio inmueble al cardenal Ortega y
a sus obispos de cartón piedra, podrán añadir las hamburguesas de
McDonald's a la jabita de la UNEAC, pero el tren de los cambios seguirá
dando vueltas alrededor de Birán. ¡Y ay de aquel que se atraviese en la vía!

A diferencia de 1933, este entendimiento exige la exclusión de los
opositores de la mesa de negociaciones. Un detalle que marca un hito en
el curso de las relaciones interamericanas con las dictaduras durante
las últimas décadas. Negada a los opositores su legitimidad como
interlocutores se les convierte en el principal obstáculo de la
normalización. Jacobson tomará té con Yoani y las Damas de Blanco harán
sus compras con MasterCard, pero a medida que se afiancen los grandes
negocios con la elite veremos a Washington actuar hacia la sociedad
civil con la misma mezquina cautela de Madrid, por citar un ejemplo.

En Miami, la batalla por los intercambios académicos cede a la batalla
por acelerar el levantamiento del embargo. Ya arremeten las
reconvertidas avanzadas contra los legisladores cubanoamericanos que
prometen sostener la Ley Helms-Burton en el Congreso. Ante la
imposibilidad de cuestionar la transparencia de la elección de estos
congresistas y senadores, se adelantan las tesis de que el exilio ha
cambiado. O sea, que existe una masa crítica de "emigrados" carentes de
la integridad, la autoestima y la memoria necesarias para tomar
distancia de la dictadura. Puede que acabe por ser así. De momento, la
realidad concreta, tridimensional y estadísticamente comprobable indica
que los votantes cubanos, incluso los demócratas, prefieren ser
representados por gente de sólidas credenciales anticastristas.

Las esperanzas suscitadas entre los compatriotas en la Isla por el
restablecimiento de las relaciones se deben a una proyección mágica
antes que a una promesa política. Al ver abundante carne en el plato del
amo, los esclavos comienzan a soñar que les darán las piltrafas.
Pónganlo como quieran: Obama nos la dejó en la mano. Welles vino a
decirle a Machado que se fuera. Jacobson vino a certificar que se quedan
los Castro.

Source: Nostalgia por Sumner Welles | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1422745150_12637.html

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