Nueva ley electoral: ¿vino nuevo en odres viejos?
MIRIAM CELAYA, La Habana | Febrero 26, 2015
Tras la celebración del X Pleno del Comité Central (CC) del Partido
Comunista de Cuba (PCC), ha trascendido en los medios oficiales la
próxima "puesta en vigor de una nueva Ley Electoral; y la posterior
realización de elecciones generales". Tan importante anuncio en un país
donde hace más de 60 años no se realiza elecciones generales se menciona
casi tangencialmente, apenas nueve palabras en una nota informativa
sobre el mencionado Pleno, cuyo "plato fuerte" fueron las cuestiones
relacionadas con los preparativos para la celebración del VI Congreso
del partido único, en abril de 2016.
Es así que resulta extremadamente equívoco el estilo casual del anuncio,
restándole importancia a un código cuya naturaleza resultaría esencial
en cualquier sociedad mínimamente democrática.
Se desconoce qué motiva esta renovación legal en un país cuyo Gobierno
hasta hace poco tiempo se ufanaba de contar con el proceso electoral más
justo, transparente y participativo del mundo, capaz de convocar a las
urnas a una aplastante mayoría de los electores. El caso provoca
numerosas interrogantes, algunas muy elementales: ¿Por qué cambiar una
ley que, supuestamente, es un paradigma de democracia incluso para las
naciones más civilizadas del planeta? ¿Por qué la propuesta surge del
Pleno del Comité Central y no de las instancias superiores del Poder
Popular, como cabría esperarse? ¿A qué se debe la urgencia de promulgar
una nueva Ley Electoral?
Una vez más, ante el secretismo y la conspiración oficiales solo queda
especular. De hecho, esta vez no se ha anunciado la realización de un
amplio proceso de "consulta popular", como sí se efectuó –al menos de
manera formal– a lo largo de varios meses del año 2013, previo a la
elaboración del nuevo Código Laboral actualmente en vigor. Tampoco quedó
claramente establecido el lapso de tiempo que mediará entre la
celebración de las "elecciones parciales" de abril de 2015 y la
introducción de la nueva Ley Electoral, aunque de la información oficial
divulgada se podría deducir que será breve.
En esta sociedad enajenada de la política y despojada del derecho pleno
a elegir a sus gobernantes, la noticia no ha causado el menor impacto.
En principio, el anuncio ha logrado lo que parece proponerse el
gobierno: no despertar peligrosas expectativas entre los cubanos, en
especial después de la ola de entusiasmo que embargó a muchos con el
anuncio, el 17 de diciembre, acerca del restablecimiento de relaciones
entre los Gobiernos de Cuba y EE UU.
A ese tenor, las declaraciones posteriores del General-Presidente
durante el último encuentro de la CELAC enfriaron los ardores más
desmedidos, mientras, a la vez, han profundizado la brecha entre el
Gobierno y los ciudadanos. Sin dudas, la cúpula verde olivo ha
constatado que la esperanza de cambios efectivos para los cubanos se
centra más en los pasos futuros del Gobierno "enemigo" que en la
"actualización del modelo" refrendado en las mediocres reformas
raulistas. La revolución se ha convertido en una sucesión de fracasos y
hoy los viejos guerrilleros de la Sierra Maestra y sus comparsas
acompañantes presienten que la menor apertura podría desembocar en una
pérdida del control.
Justo es decir que los temores del poder son fundados. ¿Acaso no cabría
esperar que de un debate amplio de la sociedad cubana emergerían las
exigencias de pluripartidismo o, cuando menos, un fuerte cuestionamiento
del monopartidismo? ¿Acaso no estamos en un escenario propicio para
reclamar una verdadera participación democrática y elecciones generales
transparentes que sustituyan la farsa electoral practicada durante los
últimos 40 años? Obviamente, los ancianos jerarcas no querrán correr
demasiados riesgos.
Por el momento, no parece posible imaginar qué "nuevas" cláusulas
democráticas nos tiene reservadas la misma dictadura que ha dominado
vida y haciendas durante 56 años. En todo caso, dicen las sagradas
escrituras que no se puede hacer vino nuevo en odres viejos. Todo indica
que la nueva Ley Electoral será una conjura más del poder y su claque,
apenas una maniobra apresurada para reforzar el maquillaje que cubra
mínimamente la índole dictatorial del régimen y acalle los escrúpulos y
exigencias de las naciones reunidas en la Cumbre de las Américas, en el
próximo y ya cercano mes de abril. Presumiblemente la cohorte verde
olivo –que quizás se despoje de uniformes y charreteras, y vista
impecablemente de civil para la ocasión– hará alarde de los resultados
de las elecciones parciales y presente el nuevo código electoral como
prueba irrefutable de su voluntad de cambios y de su vocación
democrática. De no ser por lo retorcida, tan patética pantomima causaría
risa.
No obstante, aquí podríamos estar frente a una peligrosa jugada que
entrañaría un alto costo para las aspiraciones democráticas de los
cubanos. La orfandad cívica y la apatía generalizadas son las mejores
cartas con las que cuenta el régimen de La Habana. Urge alertar a la
opinión pública sobre una posible estratagema que –con el mismo estilo
del "socialismo eterno"– solo pretendería posponer artificialmente el
final de la más tenaz y perniciosa dictadura de cuantas han florecido en
este Hemisferio.
Source: Nueva ley electoral: ¿vino nuevo en odres viejos? -
http://www.14ymedio.com/opinion/Nueva-electoral-nuevo-odres-viejos_0_1732626728.html
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