viernes, diciembre 26, 2014

Narrar (mal) la agenda ajena

Narrar (mal) la agenda ajena
REINALDO ESCOBAR, La Habana | Diciembre 25, 2014

Durante décadas los demócratas cubanos han carecido de un espacio donde
poder divulgar sus diversas plataformas programáticas y, como si eso
fuera poco, los medios oficiales, propiedad monopólica del partido
gobernante, se han encargado de hacerle creer a la opinión pública que
los propósitos de sus opositores se reducen a regresar al "oprobioso
pasado" y entregar la nación al voraz enemigo imperialista.

Ese es el riesgo de pretender hacer política bajo las reglas de una
dictadura. Los ideólogos gubernamentales cuentan con todos los espacios
y con el caudal de información proveniente de los archivos de la policía
política, para denigrar a cuanta persona piense diferente. Hacen creer
al pueblo que si "los enemigos" llegaran a tomar el poder suprimirían la
prestación pública de los servicios de salud, privatizarían todos los
niveles de enseñanza, expulsarían de sus casas a los actuales inquilinos
para entregar las viviendas a sus antiguos propietarios, abolirían el
movimiento sindical, prostituirían a las mujeres, condenarían a la más
cruel explotación a obreros y campesinos y decretarían al menos tres
días con licencia para matar, de manera que no quede con vida un solo
militante del partido ni un miembro activo de los Comités de Defensa de
la Revolución.

Ese es el procedimiento que pudiera ser nombrado como "narrar mal la
agenda ajena", consistente en atribuirles aviesas intenciones a las
posiciones divergentes, dando por firmes y confirmadas las sospechas
nacidas del prejuicio. Hemos aprendido que el método en cuestión no es
exclusivo de los gobernantes, aunque sí de los intolerantes y
autoritarios, tengan o no el poder.

Si algún emprendedor abre una cafetería para independizarse de los
vínculos laborales con el Estado, lo acusarán de que se propone engrosar
las arcas de la dictadura a través del pago de los impuestos; si
aprovecha la nueva legislación migratoria para participar en un evento
de forma independiente, le imputarán la voluntad de contribuir al lavado
de rostro del Gobierno para dar la impresión de que los cubanos gozamos
ahora de mayores libertades. Si una parte de la sociedad civil cubana ve
con algún optimismo los cambios que pudieran derivarse del
restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, los mal
narradores de agendas ajenas comenzarán a decir que detrás de ese júbilo
injustificado se encuentra una complicidad con el neocastrismo. Todo
aquel que reconozca estar ante la presencia de un escenario diferente, y
en consecuencia modifique sus métodos para conseguir sus anhelados
objetivos, se verá calumniado de hacerle el juego a los que quieren
eternizase en el poder.

En este último ejemplo también puede haber una narración tergiversadora,
de signo contrario, pero tan intolerante y autoritaria como cualquier
otra, la que propalara la idea de que quienes se sienten traicionados
por Obama -por cierto que nunca incluyen al Papa Francisco- solo se
lamentan porque pueden perder la ayuda económica venida del Norte o
porque temen que se dé por terminado el programa de visas para refugiados.

"¡Eso no fue lo que yo dije!", grita el malinterpretado, pero no
importa, ya el mal está hecho, ya está sembrada la sospecha.

Source: Narrar (mal) la agenda ajena -
http://www.14ymedio.com/opinion/Narrar-mal-agenda-ajena_0_1694830501.html

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