Efemérides, 26 de Julio
La fiesta del gran fracaso
¿Hay algo que celebrar el 26 de Julio?
Eugenio Yáñez, Miami | 27/06/2013 12:02 pm
El régimen se prepara para celebrar por todo lo alto la efemérides.
Jubileo, número redondo, al cumplirse sesenta años del acontecimiento.
Fiesta nacional, y con proyección internacional, para celebrar por todo
lo alto el rotundo fracaso del 26 de julio de 1953.
Desde 1959 el castrismo ignoró las celebraciones históricas
tradicionales cubanas (24 de febrero, 20 de mayo, 10 de octubre, 7 de
diciembre), y convirtió la exaltación del fracaso del 26 de julio en una
gran fiesta nacional, con invitados extranjeros incluidos, para
proclamar la condición invencible de los vencidos y cimentar el mito de
que la verdadera historia de Cuba libre comenzó aquella madrugada de
Santa Ana en 1953.
Las generaciones más recientes de cubanos en la Isla reciben desde su
nacimiento versiones falsificadas de la historia cubana y de los
detalles vinculados al fracasado intento. Nunca las exégesis oficiales
dirán a los cubanos que, de todos los autos que partieron desde la finca
Siboney para el insensato ataque al Cuartel Moncada, el único que "se
perdió" en el camino fue el vehículo en que viajaba Fidel Castro, uno de
los pocos asaltantes criado en Santiago de Cuba; ni que tan pronto como
se constató el fracaso del intento —casi al comenzar las acciones— Fidel
Castro ordenó la retirada y, como el gran líder que siempre ha sido, fue
de los primeros en salir corriendo; ni que, escondido en la Sierra
Maestra después de su precipitada huída, al ser descubierto no intentó
ni de broma combatir, y de inmediato se entregó.
Desde el triunfo revolucionario de 1959, a través de la propaganda
sistemática, las leyendas se han enriquecido continuamente en el
imaginario popular, del que se retiran narraciones inconvenientes y se
exaltan la supuesta visión, sabiduría y convicciones del Comandante. Y
se pretende demostrar, además de que el Apóstol José Martí habría sido
el autor intelectual de la aventura del Moncada, que desde el inicio el
programa político de quienes participaron en el asalto preveía todas las
declaraciones, acciones, conductas, posiciones y actitudes mantenidas
por Fidel Castro durante los sesenta años posteriores al gran fracaso de
1953.
Así ha surgido y crecido el mito del llamado Programa del Moncada,
supuestamente delineado y explicado por Fidel Castro en el juicio por
los acontecimientos del 26 de julio de 1953. Sin embargo, de sus
palabras ante ese tribunal solamente ha quedado la versión reconstruida
por él mismo mientras cumplía cómoda prisión —con cocina propia en la
celda y permanentes privilegios— con todo lo que de olvido, omisiones y
percepciones distorsionadas puedan incluir. De manera que el mito del
Programa del Moncada surge de otro mito, un supuesto y extenso discurso
reproducido prácticamente con exactitud taquigráfica por su propio autor
muchas semanas después.
Sin embargo, aun aceptando ese mito basado en otro mito, las razones
para la celebración de supuestos éxitos en estas fechas no aparecen por
ninguna parte. Los seis mencionados componentes del Programa del Moncada
(tierra, industrialización, empleo, vivienda, educación y salud), vistos
no en detalles puntuales, sino en una visión global que abarque los
sesenta años de la leyenda, no resultan favorables al castrismo, a pesar
de las apariencias superficiales y de los océanos de propaganda vertidos
sobre las mentes de los cubanos y del resto del mundo durante seis
décadas. Repasémoslos brevemente:
De la agricultura "revolucionaria" ¿hay algo que celebrar? El mayor
latifundista cubano es y ha sido el estado totalitario, y al mismo
tiempo el más improductivo e ineficiente que pueda ser encontrado. Con
las tierras cubanas cundidas de marabú, y teniendo que importar más de
mil seiscientos millones de dólares anuales para mal alimentar a los
cubanos, los logros del Programa del Moncada en la agricultura, además
de falsos, son absolutamente bochornosos.
De la industrialización podrían señalarse determinadas (e ineficientes)
inversiones realizadas en todos estos años, pero a día de hoy lo que ha
quedado es una industria azucarera desmantelada, obsoletas fábricas del
"campo socialista", maquinarias de la época pre-revolucionaria que
milagrosamente continúan funcionando, y chatarra de las fracasadas
inversiones diseminada por todo el país. Paradójicamente, las fuentes
que más dinero aportan actualmente a las arcas del gobierno no tienen
nada que ver con la "industrialización" tan pregonada por Fidel Castro y
Che Guevara: turismo, remesas, servicios médicos al exterior, biotecnología.
Lo del empleo podría ser un chiste de mal gusto si no fuera tan
dramático. Según cifras oficiales, Cuba es ejemplo de pleno empleo.
Nunca se menciona el desempleo escondido en las plantillas estatales
infladas, ni que el gobierno de Raúl Castro tuvo que detener el cese
forzado de casi la cuarta parte de los empleados estatales por temor a
una crisis social de incalculables proporciones. El cuento de que el
cuentapropismo que surge entre coyundas y arbitrariedades estatales
absorbe el desempleo no deja de ser un mito: sólo el 18% de los
cuentapropistas tenía vínculo laboral con el Estado antes de
incorporarse a sus actuales actividades.
¿La vivienda? No hay que discutir cifras ni proyecciones para comprobar
"la obra de la revolución" en el sector de la vivienda. Basta con "andar
La Habana" y las ciudades y pueblos del interior, preguntarle a los
damnificados que han perdido su vivienda por huracanes o derrumbes por
falta de mantenimiento en las últimas décadas, o a los que viven en
condiciones casi infrahumanas en albergues, entre la promiscuidad y la
falta de higiene y condiciones materiales, o a los que se hacinan en
barrios marginales en cualquier parte del territorio nacional.
¿La educación? Indudablemente, hubo avances espectaculares e importantes
con la campaña de alfabetización, la construcción de escuelas, la
elevación del nivel educacional de los cubanos, y la ampliación del
derecho a la enseñanza en todo el país. Y también hubo catástrofes
dañinas, como la destrucción de vínculos familiares y principios morales
con la masificación de becas y escuelas en el campo; pérdida de
conocimientos de los estudiantes, a los que se negaron o limitaron
enseñanzas imprescindibles para aumentar la carga ideológica en sus
estudios y carreras; en la formación básica de los estudiantes en sus
primeros años, por haber subestimado todo el tiempo la preparación de
profesores y recurrir a esperpentos como la "televisión educativa" y los
"profesores emergentes" inventados por Fidel Castro; o la demagógica
"universalización de las universidades", que restó rigor, profundidad y
calidad a los estudios universitarios en todo el país.
Finalmente, la salud pública, la joya de la corona de la dictadura.
Negar sus evidentes logros, tanto de carácter científico como social, no
solamente sería torpe e injusto, sino también absurdo. Sin embargo,
llevar las estrategias de salud pública a los extremos, sin tener en
cuenta realidades y posibilidades de la economía cubana, pretendiendo un
nivel de salud pública escandinavo basado en un nivel de productividad
económica africano o haitiano, además de absurdo, es criminal. Y montar
todo ese andamiaje propagandístico y demagógico basado en la
sobreexplotación de los médicos y todos los trabajadores de la salud, el
desprecio por sus intereses personales, la separación forzada de sus
familiares por largos períodos de "internacionalismo", o privilegiar la
atención a extranjeros sobre los nacionales, son hechos que muy
difícilmente podrían justificarse en un análisis serio y desapasionado.
Entonces, ¿realmente hay algo que celebrar el 26 de julio? Para el
régimen, claro que sí. Y los que quieran creer en las bondades de "la
revolución", también dirán que sí. Y están en todo su derecho si viven
en una democracia. Los que prefieran analizar resultados y realidades
sin marearse con promesas o consignas, podrán decir lo contrario. Y
también estarán en todo su derecho, gracias a vivir en una democracia,
porque en Cuba no tienen ese derecho a expresar sus ideas si no son las
del gobierno.
Cada lector podrá decir si tiene algo que celebrar por el 26 de julio, o no.
Para mí está claro: la fiesta del castrismo es la fiesta del gran
fracaso. Nada más.
Source: "La fiesta del gran fracaso - Artículos - Cuba - Cuba Encuentro"
-
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-fiesta-del-gran-fracaso-285340
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