El babalao y la policía
Miércoles, Junio 27, 2012 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -José Ángel Rodríguez, natural
de Guantánamo y vecino del reparto marginal Romerillo, del municipio
Playa, dice sentirse acosado, hostigado y perseguido por la Policía
Nacional Revolucionaria.
José Ángel es sacerdote de la religión Ifá, su signo es Iyobbe, está
casado con Milagros, y es padre de unos gemelos, Yudel y Mariam. Trabaja
desde hace diez años como custodio en un almacén. La historia del acoso
que éste guantanamero quiere sacar a la luz, viene del mismo día en
que puso los pies en La Habana y se asentó en ese barrio marginal, en
una casa levantada con esfuerzo propio junto a la cerca que bordea el
antiguo aeropuerto del cuartel Columbia, hoy Ciudad Libertad.
Cuenta el babalao que ha debido recurrir a la prensa independiente y a
los activistas pro Derechos Humanos, como última alternativa para
defenderse del ataque que ha sido objeto por parte de la policía, que
da curso a las falsas delaciones que constantemente realizan los
informantes del barrio contra su persona. Le han registrado su
vivienda varias veces y en dos ocasiones lo han deportado para
Guantánamo, sin pruebas de delito, ni haber violado la ley, o dañado a
alguna persona, o cosa.
Reconoce que su salario de custodio no le alcanza para mantener a su
familia y practicar su religión, y que -como todo cubano de este tiempo-
tiene que "inventar" para buscar el extra que le ayude a sobrevivir,
pero jamás ha robado, ni ha estafado, al contrario, su misión como
sacerdote de Ifá es hacer el bien, aconsejar, curar y ayudar a los
necesitados
Narra que el pasado sábado 16 de junio, en horas de la madrugada, un
aparatoso operativo policial compuesto por un camión lleno de policías
y un auto patrullero, copó el zaguán donde vive. Golpes furibundos en la
puerta y las voces de los policías despertaron al vecindario. El babalao
no tenía nada que esconder y les abrió.
Dice que tantos policías no cabían en su vivienda y quedaron eclipsados
frente a los altares de Orumila, Shangó, Oggún Guerrero y los
Égguns. No hallaron nada fuera de la ley, pero hurgaron en el
patio y decomisaron veinte pomos de cervezas, que lo vecinos iban a
utilizar el domingo en la tradicional actividad de Día de los padres.
A pesar que los vecinos atestiguaron in situ que aquella cerveza había
sido comprada a granel, en la pipa, producto de una colecta para
celebrar el Día de los padres, el babalao fue acusado de venta ilícita,
y conducido a la estación de Siboney, donde lo esperaba, como
siempre, el mayor Corcho, quien desde hace tiempo trabajaba el caso del
babalao y está empeñado, según sus propias palabras, en "hacerlo talco".
Estuvo preso por espacio de ocho horas en un calabozo. Finalmente le
impusieron mil pesos de multa, por venta ilícita de cerveza, a pesar
de no haber estado vendiéndola, y contar con el testimonio favorable de
los vecinos del barrio. El oficial de guardia de la estación le
confesó a José Ángel antes de soltarlo, que el mayor Corcho odiaba a
todos los babalaos, y también a muchos de los policías subordinados, y
en la unidad policial ya estaban cansados de él. El oficial de guardia
le dijo en voz baja, que necesitaba una consulta con Orumila, para ver
si podían resolver ése problema y sacar al mayor de circulación.
El babalao le contestó que Ifá era una religión para ayudar y sanar, no
podía utilizarla con esos fines. Pero existía una alternativa: pedir
ayuda a los activistas pro Derechos Humanos y a la Prensa Independiente,
donde iba a denunciar las arbitrariedades y el abuso de poder del
mayor Corcho, que de seguro no íba a continuar flotando eternamente,
sobre estas aguas negras que constituyen la realidad actual.
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