2010-02-26.
Alfredo M. Cepero
(www.miscelaneasdecuba.net).- "Ver en calma un crimen es cometerlo" José
Martí.
Los cables internacionales y la gran prensa comprometida con la
izquierda dicen que Orlando Zapata Tamayo murió como consecuencia de una
huelga de hambre. Como de costumbre esa prensa miente. Como de
costumbre, esos poderosos medios de información, ya sea por contubernio
o por indiferencia, presentan una imagen favorable a la satrapía
totalitaria cubana.
Lo cierto es que este obrero humilde y pacífico fue asesinado por
órdenes directas del carnicero Raúl Castro o de su delirante y diabólico
hermano mayor. Este mulato magnífico, digno heredero de la estirpe
rebelde de Maceo, había tenido la osadía de oponerse al régimen de
miseria, opresión y barbarie impuesto durante medio siglo sobre el
pueblo de Cuba por el binomio apocalíptico de Birán. Por eso lo mataron,
como dijo con integridad y valor su madre Reina Luisa Tamayo.
Su asesinato fue un escarmiento y una advertencia a quienes se oponen al
régimen. Su inmolación le ha dado la notoriedad que nunca tuvo en vida y
ha hecho de Orlando un símbolo y un estímulo en la lucha por la libertad
de Cuba. Y más importante aún, ha sido una advertencia sobre asesinatos
de otros presos de conciencia que se ven venir en estos momentos y un
dedo acusador contra todos los que, ya sea por maldad, por avaricia, por
oportunismo o por inercia, somos culpables de la prolongación de esta
horrenda pesadilla.
Quienes estamos hoy consternados ante su gesto heroico y su horrenda
muerte ya no podemos hacer nada por Orlando, pero podemos darle sentido
y utilidad a su sacrificio. Ahí están en capilla ardiente dos gigantes
de nuestra dignidad como lo fue Orlando Zapata Tamayo. Ariel Sigler
Amaya expectora un líquido verde y mal oliente cuando tose y experimenta
un ardor paralizante en la uretra cuando, a duras penas, logra vaciar su
vejiga. En escasos 18 meses ha perdido más de cien libras de peso y se
ha transformado de un consumado atleta en un fantasmagórico detrito
humano. Ese fue el espectáculo deprimente del Ariel que vimos cuando los
sicarios del régimen lo llevaron esposado al velorio de su corajuda
madre. Desde su tumba, Gloria Amaya nos suplica a todos que no dejemos
morir al hijo de sus entrañas y los cubanos de honor y de vergüenza no
podemos fallarle.
El otro gigante moral en capilla ardiente es el Dr. Darsi Ferrer
Ramírez, Presidente del Centro "Juan Bruno Zayas" y protagonista de
numerosas protestas públicas en fechas de conmemoración de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. El régimen lo han
mantenido en prisión durante siete meses sin celebrarle juicio bajo
alegatos de un delito de contrabando de materiales de construcción. Y
con el desparpajo y la crueldad que los caracteriza, sus carceleros lo
hacen compartir una celda con una docena de enfermos de sida y de
tuberculosis, enfermedades contagiosas que podrían avasallar sus
debilitadas defensas inmunológicas y causarle la muerte.
Sin dudas, Darsi corre el peligro de que las palabras de su madre,
Mercedes Ramírez, en carta dirigida a un vice-fiscal de apellido Pinos,
puedan resultar proféticas cuando dice: "A estas alturas sufro hasta por
la idea de que mi hijo no salga con vida de esa prisión".
En cuanto a la culpabilidad, no hay dudas sobre quienes son los
principales verdugos y asesinos de nuestro pueblo. Todos sabemos quienes
son y, por lo tanto, me ahorro el asco de repetir su nombre. Pero, como
digo en el título de este artículo, hay culpabilidad para repartir. Cabe
aquí como anillo al dedo la cita de la sagrada escritura en cuanto a:
"Quién este libre de pecado que lance la primera piedra".
Culpables son los curas como Tarcisio Bertone que estrechan la mano
ensangrentada del dictador carnicero. Culpable es Barack Obama y muchos
de sus antecesores en la Casa Blanca que han proporcionado escape a la
olla de presión de la tiranía con medidas de privilegios migratorios.
Culpables son los Lula da Silva, los Calderón, los Kirchner, los
Bachelet y los Rodríguez Zapatero que hacen causa común con los mafiosos
miserables de Chávez, Correa, Morales y Ortega para apuntalar en los
foros internacionales el edificio tambaleante de la tiranía castrista.
Igualmente culpables son los periodistas que violan no sólo las reglas
de la etimología sino los parámetros del respecto a sus lectores y
televidentes cuando califican de "gobernantes" o "líderes" a quienes no
son otra cosa que vulgares dictadores y consumados matarifes. Culpables
son los inversionistas extranjeros que se asocian a los tiranos para
esclavizar al miserable obrero cubano. Culpables son quienes hablan de
un "borrón y cuenta nueva" arrogándose el derecho de perdonar agravios
que no han recibido en carne propia. Culpables son los que, por
esnobismo o estulticia, compran el libro de la hermana exiliada que
trata de humanizar a los monstruos anacrónicos.
Pero, entre todos, los más culpables somos los mismos cubanos. Los de
dentro, porque la gran mayoría ha acatado como corderos aquel infierno
de cincuenta años. Los de fuera porque, después de haber salvado el
pellejo, la mayoría hemos permanecido indiferentes a la tragedia y una
proporción considerable regresamos a la Isla en son de fiesta para
humillar muchas veces con nuestra ostentación a los infelices que
quedaron atrás. Por otra parte, no sólo culpables sino verdaderamente
despreciables son los que desde el exterior viajan a La Habana invitados
por los verdugos para incorporarse a la farsa de la lucha contra el
bloqueo fantasma.
En cuanto a la Cuba democrática que sabemos cercana, haríamos bien en
tener presente que un pueblo que no defiende a sus presos políticos, no
llora a sus muertos, ni honra a sus mártires no merece la libertad ni
será capaz de preservar su democracia. La compasión humana y la virtud
ciudadana, balanceadas con la justicia aplicada con equidad pero sin
excepciones son los componentes mas importantes para garantizar la
prosperidad y la felicidad del pueblo de Cuba.
Nos compete, por lo tanto, a los cubanos de dentro y de fuera que
seguimos fieles a la patria y comprometidos con servirla movilizarnos
para salvar la vida de nuestros presos, pegarle a la tiranía en el bajo
vientre de su flagrante violación de los derechos humanos y darle el
oxígeno de nuestra solidaridad a la verdadera oposición interna. Y en
cuanto a los malos cubanos que hoy se dedican a perseguir, encarcelar,
torturar y asesinar opositores pacíficos notificarles que en nuestro
futuro ordenamiento jurídico esos delitos no tendrán prescripción. Que
si se les ocurre esgrimir el argumento de la "obediencia debida"
correrán la misma suerte de los asesinos de Neuremberg. Porque después
de tanto llanto, dolor y lágrimas Cuba merece la libertad y la
democracia a las que solo se llegan a través de la puerta de una
verdadera y ejemplarizante justicia.
Miami, Florida, USA, 2-26-2010
TODOS SOMOS CULPABLES - Misceláneas de Cuba (26 February 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=25932
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