Organización Editorial Mexicana
29 de octubre de 2009
Manuel Mejido / El Sol de México
Ciudad de México.- Juana Castro Ruz, una mujer en el ocaso de su vida,
pero lozana en su idealismo, dijo a OEM, en una entrevista telefónica,
que su hermano Raúl debe ser ahora el artífice de la reconciliación para
abrir en Cuba los caminos hacia la democracia.
Con vehemencia subrayó que la confrontación entre los cubanos tiene que
terminar. Esto parece un cambio notable con lo que me expresó en una
entrevista que le hice en Miami, Florida, hace 39 años. Ahora sostiene
que "ha llegado el momento de que las dos partes (exiliados y gobierno
castrista) olviden el pasado en lo personal y lo político".
"Han sido", continuó Juana Castro, "cincuenta años de un camino lleno de
sufrimientos. Debe perdonarse al enemigo porque la confrontación tiene
que terminar. Por mi parte perdono, porque es un derecho que tengo que
no es ni manejable ni negociable".
Sin embargo, Juana Castro negó que las memorias que le dictó a la
periodista Maria Antonieta Collins sean un mea culpa por el rompimiento
que tuvo con sus hermanos que viven en Cuba, porque con su hermana Enma
sigue en buenas relaciones.
Con Enma (casada con el ingeniero oceanógrafo mexicano Víctor Lomelí, mi
compañero de secundaria y preparatoria en el colegio Cristóbal Colón)
sigue teniendo magníficas relaciones. Tanto Enma como su esposo han
sabido mantener un nivel de gran discreción con respecto a todo lo que
ha ocurrido en la isla.
El 10 de noviembre de 1970, en Miami, doña Juanita negó rotundamente que
se hubiera vendido a la CIA. Inclusive, se molestó conmigo por la
pregunta que le formulé sobre ese tema.
No obstante, en el libro "Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia
secreta", unas memorias llenas de emotividad que Juana Castro dictó a la
periodista María Antonieta Collins, profesional de gran solvencia y
pluma ágil, aceptó que la CIA la había reclutado el 24 de junio de 1961,
al través del agente especial de ese organismo, Tony Sforza.
- ¿Porqué me negó a mí lo que ahora acepta en su libro?, pregunté.
Doña Juanita repuso:
- No. Nunca me vendí a la CIA porque jamás cobré nada por mis servicios
en beneficio del pueblo cubano. Colaboré con la CIA, que es muy
diferente. En esos momentos, los luchadores por la democratización de
Cuba teníamos muchos enemigos y la CIA era el único organismo que nos
brindaba apoyo.
Juana Castro Ruz, una recia mujer de 76 años de edad, que no claudica a
sus ideales, prosiguió con su explicación para defenderse de ataques
pasados y de los que estén por venir:
-Los exiliados cubanos, y yo misma, recurrimos a la CIA en busca de
ayuda, porque el Gobierno cubano se echó en brazos de la Unión
Soviética. Pero eso ocurrió antes. Son vaivenes del pasado. La vida ha
ido cambiando y hoy ya no podemos continuar, por 50 años más, como
perros y gatos.
A través de la línea telefónica me llegaba una voz amable pero firme. Me
advirtió que me estimaba como persona y como periodista, "a pesar de la
entrevista tan fuerte que me hizo en 1970".
La luchadora cubana que se enfrentó a sus poderosos hermanos Fidel y
Raúl siguió hurgando en sus recuerdos:
-En esa época los cubanos teníamos el mismo derecho a luchar por nuestra
patria como lo hicieron los mexicanos en 1910. El gobierno castrista
tenía todo el poder y contaba con la ayuda de la Unión Soviética. La CIA
nos ofreció apoyo y nosotros lo aceptamos sin compromisos.
Pero Juana Castro dejó muy en claro, sin lugar a dudas, que su
colaboración con la CIA fue estrictamente humanitaria. "Jamás participé
en actos de violencia", prosiguió aclarando, "porque siempre he sido
enemiga de la guerra y lo que trae aparejada".
Su labor, según lo expresó, "era estrictamente de ayuda. Le tendía la
mano a quien lo necesitara y no tuviera a nadie a quien acudir. Ayudé a
los que estaban en peligro. Obtuve y desaparecí muchas armas. Nunca
trafiqué con ellas. No las entregaba a nadie. Las destruíamos o las
echábamos al fondo del mar".
El libro "Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia secreta" que Juana
Castro Ruz confió a María Antonieta Collins, contiene memorias
personales y políticas. Pero acaso 45 años después de abandonar Cuba,
¿no ha llegado para Juana el momento de que sus hermanos la perdonen, de
perdonar a sus hermanos o de perdonarse a sí misma?
A doña Juanita le resultó una pregunta inesperada. Su voz se suspendió
en el auricular telefónico, pero se escuchaba su respiración acompasada.
No había cortado la comunicación. Fue sólo una pausa. Prosiguió:
- El libro no tiene la intención de seguir confrontándonos. Es una obra
de paz, no de guerra. Se trata de una mano tendida, un llamado al buen
juicio de Raúl para que ese gobierno se abra. Queremos que haya una
transición pacífica hacia la democracia, porque con la violencia nada se
ha logrado. Es Raúl el hombre indicado para el cambio.
Conviene señalar que Juana Castro siempre fue muy unida a su hermano
Raúl, a quien llamaba cariñosamente "Muso" (que en Cuba significa gatito
travieso) y Raúl la mimaba diciéndole "Juana Palangana". En cambio Fidel
tuvo mayor inclinación afectiva por su hermana Enma (bautizada así
porque nació "EN MAyo", que tiene radicando en México 50 años o un poco más.
Juanita tuvo años difíciles. En el principio de su exilio soportó la
presión que ejercían sobre sus movimientos los espías que le enviaban
desde La Habana sus hermanos Fidel y Raúl y, sobre todo, los insultos
que le lanzaban en las calles los cubanos partidarios del gobierno de
Castro.
No obstante esas decepciones diarias, Juana Castro Ruz me aseguró que
nunca había patrocinado organizaciones anti-castristas. Dijo:
- A los exiliados yo les tendía la mano. Pero sólo ayudé directamente a
Vicente Méndez para que se infiltrara en las montañas de Cuba, al igual
que Fidel y los 80 y tantos jóvenes que lo siguieron. Vicente era un
hombre admirable, un guajiro de gran valor personal y una ideología bien
definida. Desembarcó en Cuba en 1970 y murió luchando por las causas
democráticas en las que siempre creyó.
Una nueva pregunta:
- ¿Acaso no fue para Juanita demasiado sacrificio entregar a sus ideales
la posibilidad de un matrimonio, de tener hijos, de formar una familia?
Al través de la bocina del teléfono me llegó una voz sin resentimientos,
sin tristezas, que me confesó:
- No tuve familia pero tengo amistades tan buenas y tan fieles que me he
creado mi propia familia. Son muchos años de cercanía con esas
magníficas personas que han suplido a los hermanos que dejé en Cuba.
- ¿Y su hermana Enma, que vive en México?, interrogué.
- Seguimos teniendo una gran relación. Como siempre, repuso.
Efectivamente hace unos años, en una reunión que tuvimos, le pregunté a
Enma:
- ¿Y tu cómo haces para mantener el equilibrio entre tus hermanos?
Enma, una gran dama que siempre se esmeró en mantener un perfil muy bajo
sobre los asuntos cubanos, me respondió:
- Todos son mis hermanos. Voy a Cuba a visitar a Ramón, Raúl, Fidel,
Agustina y Ángela y viajo a Miami para ver a Juana. Así de simple es el
asunto.
Excusándome por anticipado porque Juanita no olvidó hasta ahora una
"entrevista muy dura", le pregunté:
- ¿El libro que acaba de editar no es una autoflagelación tardía?
A Juanita le salió lo cubano y respondió como una centella:
- No, para nada. Dios me ha dado la gracia de ser fuerte. He soportado
muchos golpes. No me rindo. Continúo mi camino y espero que Dios me siga
dando la fortaleza que hasta ahora tengo.
Juanita siguió hablando sin puntos ni comas, como encendida su voz,
rejuvenecida por su entrega a la lucha:
- Sigo en la línea ideológica de siempre. Continuaremos enfrentados con
Cuba y su gobierno. En México todos ayudamos y apoyamos el movimiento 26
de Julio que prometía justicia, repartición de la tierra, equidad en la
distribución de la riqueza, la caída de Fulgencio Batista y la expulsión
de los ladrones, entre otras cosas.
Pero la Revolución en el gobierno hizo lo contrario y se entregó a la
Unión Soviética, no obstante que Fidel proclamaba a los cuatro vientos
que la Revolución Cubana era tan cubana como las propias palmeras.
Algo más tenía que decir Juanita:
- Sólo pido que se reconozca mi derecho a luchar. Los periodistas pueden
ayudar mucho en la transición a la democracia en Cuba.
Finalmente, le recordé que en 1970 me había dicho que no era
anti-castrista, sino anti-fidelista. Pero, por lo visto, el tiempo
cambia y las posiciones irreductibles también.
Raúl debe ser artífice de reconciliación en Cuba, pide Juana Castro (29
October 2009)
http://www.oem.com.mx/elsoldetoluca/notas/n1382288.htm
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