sábado, junio 17, 2017

Trumpetilla

Trumpetilla
Apuntar a GAESA y al resto del complejo militar-industrial-comercial en
Cuba no es otra cosa que puro embeleco para dar pura imagen teatral de
Trump más duro que Obama
Arnaldo M. Fernández, Broward | 17/06/2017 10:19 am

Sólo el desespero y el embullo explican el papelazo del anticastrismo
tardío en la peripecia que con tanta cursilería se denominó "batalla
cubana por el alma del presidente Donald Trump" en el Jeral hispano de
Miami. Tanto este como el Herald anglo dieron en primera plana el ademán
de Trump como adopción de línea dura contra el castrismo, sobre todo por
el bloqueo económico, comercial y financiero contra el Grupo de
Administración Empresarial, S.A. (GAESA) y demás entidades económicas
del MINFAR y el MININT.
Tras esta farola salen arrollando el senador Marco Rubio, el
representante Mario Díaz-Balart y la comparsa de figurines que agrupa
desde expertos BOGOF (Buy One, Get One Free) en asuntos cubanos hasta
lidericos en liquidación (Clearance). Nada mejor que un teatro (Manuel
Artime, Pequeña Habana) como sede para que Trump profiera echar abajo el
acuerdo Castro-Obama y apretar las clavijas que Obama aflojó, como si
desde el 27 de enero de 2016 Obama no hubiera dejado claro en su tercer
paquete de medidas:
"Una política general de prohibición se aplicará aún a la exportación y
reexportación de artículos para uso de las empresas estatales, agencias
u otras organizaciones del Gobierno cubano que generan principalmente
ingresos para el Estado, incluidos los de la industria del turismo, así
como las que participan en la extracción o producción de minerales u
otras materias primas. Además, las solicitudes para exportar o
reexportar productos con destino a los servicios militares, policiales,
de inteligencia y de seguridad cubanos, siguen siendo objeto de una
política general de prohibición".
Así que apuntar a GAESA y al resto del complejo
militar-industrial-comercial en Cuba no es otra cosa que puro embeleco
para dar pura imagen teatral de Trump más duro que Obama. Y se pasa por
alto que la clave política no radica en línea sea dura, sino efectiva.
Bushito fue mucho más duro que Trump y no consiguió nada. Trump apenas
agrega otra entrada insignificante al largo résumé de ese anticastrismo
a distancia que, en casi sesenta años, no ha dado pie con bola en cómo
ganarle al contrario.
Embullo con GAESA
Para apretar clavijas al castrismo hubiera bastado que Trump invocara el
imperio de la ley, como pregón, digo: principio del orden democrático
estadounidense, y exigiera cumplir a rajatabla la Ley Helms-Burton
(1996). Pero ese cadáver, ay, sigue muriendo. Las administraciones
post-Clinton sólo han atinado a coser y descoser parchos de la mortaja.
El congresista Díaz-Balart cree pegar duro al castrismo con arremeter
contra GAESA, porque "eso es enorme, es prácticamente todo (…) Esa es
toda la industria del turismo." Aparte de que no es todo —y sobre todo
porque sectores tan atractivos para EEUU como ron y tabaco, petróleo,
agricultura y biotecnología son ajenos a GAESA— Díaz-Balart no se da
cuenta de que el dueño de GAESA es el Estado castrista.
Al concebir el tardocastrismo no como dictadura de partido único, sino
meramente militar, el anticastrismo tardío pierde de vista que GAESA,
como cualquier otro conglomerado empresarial de peso, es genuina
expresión de dos rasgos esenciales del Estado totalitario
filo-comunista: el monopolio de los medios fundamentales de producción y
la dirección económica centralizada.
Como propietario, ese Estado puede desfacer el entuerto ordenando a
empresas fuera de GAESA que asuman el compromiso revolucionario de sacar
provecho del imperio. En la industria del turismo, los grupos Gran
Caribe y Cubanacán pueden dedicarse a romper el bloqueo a Gaviota. Por
ejemplo, su hotel Four Points by Sheraton, administrado por la firma
americana Starwood, puede ser adquirido por uno u otro grupo para eludir
las prohibiciones. La adquisición sería tan sencilla como pasar dinero
de un bolsillo a otro del mismo dueño.
Desespero con el pueblo cubano
La peripecia del anticastrismo tardío en teatro pequeño-habanero se
torna más patética todavía con el senador Rubio, quien recibió de manos
de Trump la orden ejecutiva firmada y al parecer se quedó con ella, como
si fuera Vicepresidente para Asuntos Cubanos. Lo cierto es que Rubio
repica el planteo de Obama: "Si vamos a tener un mayor compromiso
económico con Cuba, será con el pueblo cubano". Desde su primer paquete
de medidas, el 15 de enero de 2015, Obama largó la excepción de licencia
comercial Apoyo al Pueblo de Cuba, que abarca cuatro áreas: el
mejoramiento de las condiciones de vida, el apoyo a la actividad
económica independiente, el fortalecimiento de la sociedad civil y el
mejoramiento de las comunicaciones. Los cuatro paquetes posteriores (18
de septiembre de 2015, 27 de enero de 2016, 15 de marzo de 2016 y 15 de
octubre de 2016) ampliaron este apoyo sin dar al MINFAR o al MININT ni
un tantico así.
Rubio sigue la rima de línea de dura con que "estoy tratando de crear un
sector empresarial cubano que vaya a donde está el Gobierno cubano y lo
presione para que haga cambios. También estoy tratando de crear una
clase floreciente de empresarios privados independiente del gobierno".
Esta hipótesis de trabajo a largo plazo tiene más o menos la misma
fuerza de convicción de aquella con que el finado Alberto Salas Amaro
(1914-96) buscaba tumbar al castrismo: la entrada de los extraterrestres
al planeta Tierra por la Isla de Cuba pintoresca.
Salas Amaro argumentaba que los extraterrestres, como andaban por ahí,
tenían que vivir en regímenes capitalistas. De vivir bajo el socialismo
estarían haciendo colas en sus terruños para sobrevivir. Por tanto, si
entraban por Cuba a la Tierra, el choque de culturas terminaría con el
socialismo de Castro. Rubio ha reemplazado a los extraterrestres con
empresarios privados cubiches que, con su éxito en sectores marginales o
marginados de la economía, se embullarían a contraponerse al gobierno
revuelto y brutal que los desprecia, vigila y desangra con impuestos.
Por esta libertad
Ahora muchos de esos empresarios en flor se quedan en la esquina de Cuba
y Amargura por causa de la diferencia que sí marcó Trump con respecto a
Obama: el control burocrático del relajo con los viajes a Cuba. Así
pudieran ver reducidas sus clientelas del Norte ordenado y bondadoso que
los aprecia.
También se amargarán la vida los visitantes americanos, obligados a
enredarse en trámites y hasta documentar su itinerario en Cuba, en
contra de la propia constitución de EEUU, que como ninguna otra postula
buscar la felicidad y da la libertad de movimiento tan, pero tan por
sentada, que ni siquiera perdió tiempo en proclamarla. Otros amargados
serán los auditores del Departamento del Tesoro que tramitarán los
permisos y, a la vuelta, revisarían la documentación de los viajeros
para ver si la lista cuadra con el billete.
Trump hizo alarde de astucia oratoria en el Teatro Manuel Artime para
embullar al exilio desesperado, pero los juegos lingüísticos no bastan
para alardear de línea dura si consta probada su ineficacia. Se opone al
fin del embargo, desfondado sin remedio, y favorece la ilusión de que la
salvación de Cuba vendría por Internet, como si la democracia tuviera un
app o pudiera cargarse y descargarse como archivo.
Coda
El anticastrismo tardío —como fiel reflejo del tardocastrismo— no
percibe que toda tensión prolongada es falsa. Proseguir la guerrita
económica contra un país con el cual se tienen ya relaciones
diplomáticas y diversas esferas de colaboración no dará, como jamás dio,
ningún resultado en contra de un gobierno que cuenta con un pueblo
cómplice del poder dictatorial y una oposición basada en lidericos que
invocan mucho a ese pueblo, como amante de la democracia y los derechos
humanos, pero no tienen respaldo ni de los vecinos de al lado. ¿Qué
hacer? Pa'eso están los políticos, ¿no?

Source: Trumpetilla - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/trumpetilla-329735

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