El sagrado patriotismo del exilio político histórico de Miami
En un simpático birlibirloque de la historia los representantes del
exilio histórico coinciden con el gobierno socialista en su ninguneo de
la incipiente empresa independiente cubana
Jorge Dávila Miguel, Miami | 26/06/2017 8:59 am
Es muy difícil que algún día lo acepten; tan difícil como que dejen de
confundir consignas con razonamientos. Pero así será: las contramedidas
tomadas por el presidente Donald Trump el viernes 16 de junio, e
impulsadas por la parte más rancia del exilio político cubano, se
cobrará sus primeras y principales víctimas en la frágil empresa privada
de la Isla. Todos los cursos que se dieron en el Miami Dade College,
todos los seminarios para sus "jóvenes empresarios", todas las
intenciones de "empoderar" a los cuentapropistas no solo se han quedado
huecas, sino que se convierten en hipócritas cada vez que quienes le
redactaron las nuevas medidas a Trump repiten ese objetivo ante las cámaras.
No lo aceptarán, nunca lo van a comprender y, es más: no harían
absolutamente nada para no hacerle daño a sus más débiles compatriotas,
porque los compatriotas que ellos aman ya no viven en la Isla. A
aquellos los quieren liberar, les piden que se conviertan en mambises,
les dicen que derrocar al comunismo es lo más noble, pero no aceptan que
puedan progresar y ganarse su platica dentro de un país "donde
absolutamente no es posible nada bueno". Sin embargo, no hay que dudar
de su amor por Cuba. Se les ve en rostro, se les ve en el ansia, se les
nota cuando ante cualquier moderación saltan como fieras para defender
al templo sagrado de la patria. Cuando sentencian que toda ponderación
no es más que una genuflexión, que todo razonamiento que no aplauda sus
conceptos es un argumento comunista; cualquier gesto conciliador una
traición y una falacia cualquier esperanza en la nación profunda. Porque
ellos son la única y más pura raza de la patria.
Recuerdo cuando despreciaban a los opositores porque eran agentes del
Gobierno y después cuando empezaron a recolectarlos ––precisamente en la
era de Barack Obama–– mediante una obstinada coincidencia en el tono de
la piel. La mayoría eran negros al igual que el Presidente, al que nunca
le tuvieron respeto como si careciera de presidencia o apellido y
simplemente era eso: "el negro".
Y vemos ahora como vitorean a Mr. Trump. El pobre Trump, que no sabe muy
bien donde está La Habana y mucho menos quien fue Bonifacio Haza, el
comandante de la policía batistiana que se reunió con Fidel Castro el
primero de enero del 59, le rindió sus tropas, y entró con él a Santiago
de Cuba, lo que no le salvó de ser fusilado pocos días después bajo
acusaciones de estar implicado en las muertes de Josué y Frank País,
Raúl Pujol, Alberto Sambrán, y Fernando Proll Céspedes. El teniente
coronel Salas Cañizares fue quien acribilló a País y Pujol, pero en
Santiago de Cuba se conocía el método del comandante Haza: "Si había que
transportar a un revolucionario, entre un policía bueno y otro malo, el
comandante Haza mandaba al malo para que acabara con él".
"Rosario, mi madre, no intercedió ante Raúl Castro por la vida de Haza
como se lo pidió su esposa, porque lo culpaba de la muerte de Josué.
Haza tenía a Josué herido y en vez de llevarlo a un hospital se lo
entregó al coronel Ríos Chaviano. Mi hermano no salió vivo", me declara
en Miami Agustín País, combatiente anti batistiano, hermano de Frank y
Josué. Fernando Proll Céspedes tenía solo 16 años. En el vínculo que se
adjunta[1] se relaciona que Bonifacio Haza ordenó su muerte. Su hijo
Luis Haza fue seleccionado para el momento dramático ante Trump en
Miami. Tocó al violín el himno americano en vez del cubano, en un acto
que debía ser patriótico.
Pero la suerte está echada, es una victoria innegable para quienes se
opusieron al "deshielo" de Obama, regresamos a la mano dura, se acabaron
las visitas de las Beyoncé y las Kardashian, que eran también
insoportables, y en un simpático birlibirloque de la historia los
representantes del exilio histórico coinciden con el gobierno socialista
en su ninguneo de la incipiente empresa independiente cubana; esa que va
desde un restaurante levantado con mil sacrificios hasta el que pintó su
almendrón de color rosa para atraer a los turistas (pasando por el
albañil del restaurante o el pintor del almendrón) porque el turismo se
acabó.
Aunque no tanto. El mundo queridos cuentapropistas, será ancho, pero no
tiene por qué ser ajeno. Hay miles de turistas italianos, franceses,
rusos, chinos, vietnamitas y hasta lapones que querrán conocer la
pequeña habitación que le tenían preparada al señor de Michigan que
nunca llegará. Solo es cuestión de reorientarse. Y que el estado cubano
acabe de darles la categoría y el papel que les corresponde, de manera
nacional y soberana, como siempre reclaman. Para eso no hacen falta
Trump, ni Luis Haza el violinista.
[1] Notas tomadas a la sazón por el periodista norteamericano Tom
Dunkin. Nada tienen que ver con la historiografía del gobierno cubano.
Consultar: http://cuban-exile.com/doc_076-100/doc0087.html
Source: El sagrado patriotismo del exilio político histórico de Miami -
Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-sagrado-patriotismo-del-exilio-politico-historico-de-miami-329830
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