jueves, diciembre 01, 2016

El espectáculo debe continuar

El espectáculo debe continuar
Las cenizas del comandante invicto pasan revista a un país derrotado
Jueves, diciembre 1, 2016 | Ernesto Santana Zaldívar

LA HABANA, Cuba.- En caja de cedro partió Fidel Castro de La Habana,
como haciendo retroceso a la secuencia de aquella entrada triunfal,
desandando el camino de Santiago que lo trajo hace casi sesenta años a
la capital. Mucha menos gente que entonces lo despidió ahora y muy
distinta es La Habana que dejó atrás después de su larga estancia.

Si aquella caravana de venida fue llamada, ingenua o cínicamente, de la
Libertad, esta de ida no tiene nombre. Seguramente hubo quien se paró en
silencio, o dando fingidos vivas, a ver pasar la comitiva fúnebre, como
aquel proverbio árabe que habla de "ver pasar el cadáver de tu enemigo".
Pero la verdad es que todo ha sido un aparatoso espectáculo de enorme y
monótono ruido que para muchos no significa más que eso.

A falta de un legado de indudables beneficios tangibles y a la vista los
abundantes estragos que deja en todo ámbito, los medios oficiales, según
el papel para el que fueron concebidos, se lanzaron desde la misma
madrugada del sábado 26 a una implacable campaña de propaganda saturada
de medias verdades, sandeces de pasmo, mentiras absolutas y fabulosa
adulación, para promover la parálisis, la histeria, la mendacidad y cada
signo del Síndrome de Estocolmo.

Una campaña, en fin, de alcance mundial con el propósito de silenciar
las críticas al fallecido tirano y a su obra larga y lúgubre, de
debilitarlas al menos despertando un coro de elogios, de condolencias y
lamentos en voz de los simpatizantes, los cómplices y los incautos. Y
convocando implícitamente a importantes personalidades del mundo a la
despedida oficial en la Plaza de la Revolución en la noche del martes 29.

Sin embargo, para frustración de los organizadores del faraónico
espectáculo, solamente acudió la nutrida caterva bolivariana, el déspota
de Zimbabue Robert Mugabe, el pálido vecino Enrique Peña Nieto, el
lamentable presidente sudafricano Jacob Zuma, el irrelevante Primer
Ministro griego Alexis Tsipras y algunos olvidables delegados de
gobiernos amigos o figurantes.

No es extraño que incluso muchos admiradores no se tomaran muy en serio
unas honras fúnebres en las que solo se homenajeaba una foto o un
símbolo, mientras las cenizas del célebre fallecido eran mantenidas
celosamente a resguardo de toda emoción extraña en el alcázar del
Ministerio de las Fuerzas Armadas. Durante dos días, el pueblo
estabulado y obediente desfiló ante miles de imágenes —adornadas con
flores y custodiadas por guardias de honor— del líder histórico de la
revolución cubana, firmando además documentos donde juraba fidelidad a
lo que viniera.

Por mucho que los ensalzadores del caudillo muerto intenten describir
esta caravana como un victorioso retorno a Santiago de Cuba, en realidad
es un viaje cuyo patetismo no puede ser mayor: las cenizas del
comandante invicto pasan revista a un país derrotado, reducido a sus
elementos más inestables, convertido en explosión congelada. Es
significativo que, mientras desde Santiago hasta La Habana la marcha
triunfal solo atravesó cinco provincias, el retorno fúnebre a la cuna
guerrillera tiene que atravesar doce provincias.

Algunos jaraneros que no se toman muy a pecho los sublimes simbolismos,
los momentos trascendentales, el machacante culto a la personalidad y el
negro vértigo circense de estos días, aseguran que, como en el chiste de
la vieja que siempre iba contra el tráfico para dar el mayor trabajo
posible, la última voluntad del anciano caprichoso había sido que, "si
muero en Santiago, que me entierren en La Habana; si muero en La Habana,
que me entierren en Santiago".

Pero lo más serio de esta semana ha sido sin duda el luto impuesto a la
ciudadanía. No es que se prohíba la venta aun de cualquier tipo de vino
y el uso de toda música no oficialista, sino que no hay dibujos animados
para los niños en la televisión, ni siquiera el patriótico y machetero
Elpidio Valdés. Y ni hablar de casos tan ridículos como que en el
Instituto Superior de Arte se proscriba la utilización de música en las
clases de danza e incluso la práctica de cualquier instrumento por parte
de los estudiantes.

Si bien la televisión tiene, empero, el pequeño alivio de que Telesur
hable ya de algo más que no sea únicamente la muerte del Máximo Líder,
la prensa plana está en absoluto consagrada a ello y sin usar más tinta
que la negra. Toda la prensa plana… excepto el semanario Orbe, que, por
cierto, siempre usa solo esa tinta.

Como una burla macabra de la esencia propagandística y falsificadora del
periodismo oficialista cubano, este semanario internacional de Prensa
Latina —que, sin mucha circulación, se vende los viernes como
correspondiente a la siguiente semana—, en su último número, que dice
pertenecer a la "semana del 26 de noviembre al 2 de diciembre de 2016",
como salió el viernes 25, ¡no tiene la menor referencia al fallecimiento
de Fidel Castro!

O sea, en el futuro, alguien puede hallar que, en un órgano de prensa
oficial cubano de esta semana, no solo no se informa de la muerte más
mediática de toda la revolución cubana —ni de que el Comandante abandonó
La Habana para no volver, ni de su noche difunta junto al Che Guevara en
Santa Clara, ni de que será enterrado en Santiago de Cuba sesenta años
después de llegar en el Granma—, sino que ni siquiera se menciona el
nombre de Fidel Castro.

Source: El espectáculo debe continuar | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/el-espectaculo-debe-continuar/

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