jueves, diciembre 06, 2012

Todo por un bistec

Todo por un bistec
Jueves, Diciembre 6, 2012 | Por Pablo Pascual Méndez Piña

LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Según estadísticas
publicadas en el Diario de la Marina, en 1957 Cuba ocupó el cuarto lugar
en el continente americano en cuanto a la proporción de cabezas de
ganado por habitante, siendo sólo superada por Brasil, Argentina y
Uruguay, países cuyas producciones de carne vacuna constituían los
principales renglones exportables. En esos "tiempos malos", antes de
que la revolución nos liberara -¿sería de las vacas?- en el país había
alrededor de seis millones de habitantes, e igual, o mayor, número
cabezas de ganado vacuno. O sea, que cada niño cubano que nacía tenía su
vaquita garantizada.

Nuestro consumo per cápita de carne vacuna ascendía a más de 70 libras
anuales. Según datos de la FAO, de 1958, el consumo diario per cápita de
calorías en Cuba era de 2,730, solamente superado en América Latina por
los argentinos, que ingerían 3,240. De acuerdo con testimonios de
personas la tercera edad que vivieron aquellos tiempos mejores, en
aquella época, la carne más cara en Cuba era el filete y su precio
oscilaba entre los 49 y 65 centavos la libra. Los más baratos eran el
hígado, la ternilla y el tasajo, cuyos costos no superaban los 10
centavos. Hay que recordar además que, en esos tiempos, nuestro salario
promedio era de unos 100 dólares mensuales y hoy, después de medio siglo
de "logros revolucionarios", no llega a 20.

Cuentan que, por tradición, antes de la revolución muchas personas no
comían carne de res los viernes. Siguiendo las costumbres católicas, la
proteína servida en las mesas ese día era pescado, pollo u otro tipo de
carne blanca.

Después del triunfo revolucionario, y como consecuencia del descalabro
de la industria pecuaria y la masa ganadera, la tradición de no comer
carne de res los viernes, fue extendiéndose paulatinamente a todos los
días de la semana, hasta llegar al punto en que comer carne vacuna se
convirtió en una quimera inalcanzable para los cubanos.

Hoy la oferta de carne de res en el mercado estatal depende de las
importaciones, los precios son elevadísimos y los salarios paupérrimos.
Hay muchos niños cubanos que no conocen su sabor y la gente más humilde
deposita sus esperanzas de conocer la carne de res en la única oferta
afinada a sus bolsillos: la que provee el mercado negro, a costa del
hurto y sacrificio del ganado mayor.

Sin embargo, los pobladores del municipio cienfueguero de Aguada de
Pasajeros han confundido conceptualmente la máxima que aduce: "La salud
entra por la boca", y se arriesgan a intoxicarse o contraer
enfermedades, por consumir la carne de animales que son sacrificados o
mueren bajo condiciones anómalas.

En Cuba un campesino no puede matar una vaca y comérsela, aunque sea
suya; hacerlo constituye un delito severamente castigado. Pero, según
argumenta Juan Alberto de la Nuez, residente en Aguada de Pasajeros, los
campesinos han encontrado un modo para lograr comerse un bistec de vez
en cuando. Les dan de comer a las vacas un tipo de abono que contiene un
químico llamado "urea". Luego, le dan de beber mucha agua, entonces se
produce una reacción en la panza del animal y, tras una cruenta agonía,
la bestia muere.

El dueño informa a la policía, el veterinario oficial certifica la
muerte y los guardias le ordenan quemar el animal. Pero, en la mayoría
de los casos, el campesino se opone la incineración y la policía hace la
vista gorda, para evitarse problemas con la población. En varias
ocasiones, las fuerzas del orden han sido injuriadas por los pobladores
que, cuchillos en mano, se lanzan sobre el cadáver de una vaca,
decididos a convertir en bistecs al difunto animal.

Cuenta que al grito de ¡Vaca muerta!, la gente sale a la calle
esgrimiendo cuchillos, machetes y hachas. Los más afortunados son los
primeros en llegar al cadáver. La segunda andanada arrasa con el
costillar y la cabeza, quedando finalmente sólo los mondongos o
intestinos, destinados al festín de las tiñosas.

"Pero todo no es color de rosa", apunta Juan Alberto, aludiendo al caso
de Eduardo Blanco, un vecino del barrio La Federal, en Aguada, que fue
puesto tras las rejas durante un año, por formar parte de una turba que
deshuesó a un caballo muerto. La misma sanción amenaza ahora a Yosnay
García Moreira, quien tuvo que pagar una fianza de 700 pesos y está a la
espera del juicio, acusado de "propagar epidemias", la causa por la que
enjuiciaron a Eduardo.

"Lo más vergonzoso -aseveró Juan Alberto- es que estas barbaridades
están sucediendo en un país donde había más vacas que personas".

http://www.cubanet.org/articulos/todo-por-un-bistec/

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