lunes, marzo 22, 2010

Cómo viví la Primavera Negra

CUBA | Séptimo aniversario del encarcelamiento de 75 opositores y
periodistas

Cómo viví la Primavera Negra
Iván García | La Habana
Actualizado viernes 19/03/2010 10:40 horas


El 17 de marzo por la noche mi cabeza estaba en otra parte. No tenía un
centavo en el bolsillo y debía comprar un complejo lácteo vitaminado,
que entonces costaba 4 dólares, a mi hija Melany, de apenas mes y medio
de nacida. El desmesurado apetito de la bebita, había obligado a la
pediatra a indicar que complementaran el vitaminado lácteo con el pecho
materno.

En ese entonces, era periodista independiente de la agencia Cuba Press
dirigida por el poeta y periodista Raúl Rivero. Escribía para un sitio
digital de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y crónicas e
historias para Encuentro en la Red, web que hacían cubanos emigrados en
España, que por ese tiempo era de lo mejor, periodísticamente hablando,
que se promovía fuera de Cuba.

Pero el pago a los artículos llegaba cada dos o tres meses. Y el día
antes de que el gobierno desatara la razia contra 75 opositores y
periodistas libres, yo estaba pidiendo el agua por señas. Era un marzo
caliente. La invasión a Irak por parte de tropas norteamericanas era
inminente. La noche antes, había hablado con mi esposa la posibilidad de
vender algunas ropas mías y un reloj, para poder comprarle el alimento a
la niña.

Esa madrugada me quedé a dormir en la casa de la niña, para ayudar a la
madre que estaba extenuada con la costumbre de la pequeña Melany, de
despertarse en plena noche y quedarse dormida hasta el amanecer.

Al filo de la medianoche, del martes 18 de marzo, regresé a mi hogar, en
el barrio de La Víbora, donde vivía con mi madre, mi hermana y una
sobrina. Con un cansancio de siglos y unas ojeras por el piso.

Era un marzo caliente. La invasión a Irak por parte de tropas
norteamericanas era inminente.

En el balcón vi a mi madre, Tania Quintero, también periodista
independiente, haciéndome unas señas incomprensibles. Cuando llegué, me
contó que se habían llevado detenido a varios periodistas y disidentes.

El sueño que tenía se me quitó de golpe. Ahí no paraban las malas
noticias. Se estaba produciendo detenciones masivas en toda la isla. Al
día siguiente, nos enteraríamos que a casi un centenar de personas las
habían detenido y de forma minuciosa registrado sus domicilios.

Mi madre y yo esperábamos en cualquier momento nuestra detención.
Andábamos con un cepillo de dientes y una cuchara. Hablé con mi esposa y
de forma tétrica le dije que en cualquier momento podrían venir por mí.

El Proyecto Varela, del opositor Oswaldo Payá Sardiñas tenía a
Fidel Castro más arriba de los cojones.

Estábamos con el corazón en un puño. Fueron días cargados de espanto. No
entendía las razones del gobierno para encarcelar a un grupo de personas
que se oponían de forma pacífica o escribían sin mandato.

Amigos periodistas como Raúl Rivero, Ricardo González, Jorge Olivera y
Pablo Pacheco, por decreto estatal, dormían en celdas tapiadas de de la
policía política. Escuchaba radio por la onda corta y la denuncia del
mundo era espectacular. Castro, en su calculada estrategia, creía que
con la guerra de Irak, iba a desviar la atención sobre el asunto. No fue
así.

Con el paso de los días, se desató una poderosa ráfaga de ataques en los
medios cubanos contra la oposición. Y comenzó el circo. Juicios sin
garantías y una serie de topos infiltrados en la disidencia y el
periodismo salieron a la luz. Con horror recuerdo que había 7 peticiones
fiscales de penas de muertes.

En el aire de la República sigue flotando la intimidante Ley 88.
Cuando el Gobierno considere, puede llevar a la cárcel a los que
disienten. Sin ninguna contemplación.

El delito era disentir y escribir artículos que no eran favorables al
gobierno. Como "pruebas contundentes", la Fiscalía presentaba máquinas
de escribir, radios portátiles, libros, hojas blancas de papel y dinero.
No se ocupó ni una sola arma de fuego o material explosivo.

"Castro ha enloquecido", pensé. Mientras más analizaba diferentes
variantes, menos lógicas me parecían las conclusiones. Es cierto: el
Gobierno había preparado el golpe con meticulosidad.

El Proyecto Varela, del opositor Oswaldo Payá Sardiñas tenía a Fidel
Castro más arriba de los cojones. Cualquier mandatario democrático de
paso por La Habana, le pedía que cumpliera con las leyes de su propia
Constitución, que autorizaba a realizar reformas de leyes cuando se
habían recogido 10.000 firmas.

Y eso era lo que había hecho el movimiento de Payá. Incluso, el propio
ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, en un discurso en el aula
magna de la Universidad de La Habana y ante el propio Castro, le había
exigido cumplir los requerimientos jurídicos.

Esto acabó por exasperar a Castro, quien desde 1998 tenía encarcelados a
5 espías de una red de 12, desarticulada en Estados Unidos. Y ninguna
maniobra jurídica había hecho posible la condonación de la sanción. Y se
decidió a jugar fuerte.

Hizo reformas a la carrera en la Constitución, para perpetuar su sistema
político. Y lanzó la tenebrosa Ley 88, conocida como ley mordaza, que te
podía llevar a prisión por más de 20 años, sólo por disentir o escribir,
bajo la acusación de estar al servicio de una potencia extranjera.

Las condiciones estaban creadas para desatar una batida contra la
oposición. La guerra de Irak fue la cortina de humo que Castro usó para
que se evaporara la noticia.

Ningún opositor o periodista estuvo seguro de su situación en los meses
posteriores. Mi madre y mi familia se vieron forzados a partir al
exilio. Yo preferí ver crecer a mi hija. Me sentí con todo el derecho
del mundo a estar a su lado y verla decir sus primeras palabras en el
país donde ella nació y donde nacieron sus padres y sus abuelos. Eso no
me lo iba impedir Fidel Castro. Incluso, a riesgo de ir a prisión.
A siete años de la Primavera Negra, poco ha cambiado

A 7 años de la fatídica Primavera Negra, poco ha cambiado en Cuba. Fidel
Castro espera la muerte en una cama escribiendo sus memorias y una
letanía de reflexiones personales sobre cualquier acontecimiento en el
planeta.

Su hermano Raúl, sin grandes cambios, ha seguido su misma política
represiva contra quienes se les oponen. Los sigue descalificando y
despreciando. En el aire de la República sigue flotando la intimidante
Ley 88. Cuando el Gobierno considere, puede llevar a la cárcel a los que
disienten. Sin ninguna contemplación.

A estas alturas de la revolución y la lógica erosión del poder, los
Castro están decididos a perpetuarse hasta la muerte. Nadie les va a
hacer cambiar de ideas. Ni la presión internacional. Ni la plática
franca de los líderes de países que desean que Cuba se sume al conjunto
de naciones democráticas.

Han pasado 7 años de la encarcelación de 75 opositores. Y la vida por
estos lares sigue igual. Nada ha cambiado.

http://www.elmundo.es/america/2010/03/19/cuba/1269011244.html

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