Ley de Ajuste Cubano: modificar o moderar para salvarla
La lógica no permite, bajo ningún concepto, que se excluya lo político
de la Ley de Ajuste Cubano, según el autor de este artículo
Julio M. Shiling, Miami | 11/11/2015 10:01 am
Hace unos días, en el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), se
cumplieron 49 años desde que el presidente Lyndon B. Johnson promulgó la
Ley Pública 89-732, mejor conocida como la Ley de Ajuste Cubano (LAC).
Excepcional, controversial, criticada y aclamada, la LAC está muy
candente en las noticias en estos días. Esto es el caso, no sólo en los
medios del sur de la Florida y el oficialista en Cuba. Curiosamente,
diferentes perspectivas presentan y analizan distintos ángulos de la
misma que todos atribuyen ser el producto de esta ley.
Tal como su nombre implica, la intención de esta legislación federal
norteamericana fue darle una racionalización y una legalidad al contorno
inmigratorio indefinido de los cubanos recién escapados de la incipiente
dictadura castrocomunista.
O sea, fue para "ajustar" el estatus inmigratorio de un limbo entendido
como refugiados políticos a residentes legales y permanentes. La LAC
fue, sin duda, una reacción a una percibida temporalidad, que apuntaba
no durar mucho. Me refiero al régimen comunista cubano. El Servicio de
Naturalización e Inmigración de EEUU, da una cifra de más de 337.000
cubanos presentes en suelo estadounidense en el momento de
materializarse la ley en 1966. Otras fuentes dan un número más alto.
Muchas cosas han cambiado desde que se firmó la LAC. Su razón de ser o
existir, sin embargo, no es una de ellas. Por eso es necesario
modificarla o entibiar la implementación de una serie de órdenes
ejecutivas de la actual administración norteamericana que conspiran
contra la supervivencia de dicha ley. Me refiero al puñal más dañino a
la LAC que trabaja a favor de su aniquilación: el tráfico ilimitado de
cubanos con residencia legal de EEUU, entrando y saliendo de Cuba
indiscriminadamente. De no hacer nada y dejar la ley como está y/o de
continuar con la política actual de permitir los viajes de
cubanoamericanos, prácticamente irrestrictos, se está facilitando el
cocimiento para su destrucción.
El propósito mayor de las medidas ejecutivas que dan licencia a dicha
realidad, tiene que ver principalmente con la anulación de las sanciones
económicas al despotismo castrista. En otras palabras, no es la
intención primaria del presidente Obama quebrar la LAC. La priorización
de su estrategia es matar al embargo sin que el castrocomunismo ponga
fin a su bloqueo dictatorial en Cuba, como requiere la ley que sustenta
las sanciones. Sin embargo, eso será su final si no se revierte la
contradicción groso entre el espíritu de la ley (su esencialidad) y su
implementación, gracias fundamentalmente a la política de relajaciones y
el acomodamiento del mandatario actual norteamericano con el castrismo.
Las 522 palabras del texto de la insigne ley de 1966, no menciona
explícitamente la cuestión política. Eso es cierto. Esto se ha prestado
a que algunos argumenten que la LAC, bajo el manto de la supra Ley de
Inmigración y Nacionalidad de 1965, al no referirse a lo político, pues
nada o poco tiene que ver con eso, legalmente hablando. Esa conclusión
es fallida. El principio sacrosanto del derecho de asilo político es la
base substancial de la LAC. La Ley Pública 89-732 (LAC), desconectada
umbilicalmente de lo político, es letra muerta. La lógica no permite,
bajo ningún concepto, que se excluya lo político de esta legislación.
La preservación de una consistencia, tanto en lo moral como en lo
práctico, del factor que juega la amenaza de ser perseguido o sancionado
si se regresa al país de origen, tiene que estar latente. Una inmunidad
permanente de ser reprimido al regresar repetidas veces al país donde
aún mandan tiranos, es una condición que invalida moralmente y en la
practicidad, cualquier acogida preferencial que una ley otorga a esos
que entraron bajo su amparo.
Cualquier desprendimiento de los parámetros de lo que establece ser un
refugiado, inflige una sospecha imborrable y mortal que debilita la
esencialidad de su privilegio y excepción. Esto es el caso, no sólo de
la LAC, sino también con todos los otros mecanismos inmigratorios de
entrada en EEUU, disponibles actualmente a los cubanos. Todas fueron
negociadas, formuladas y aprobadas bajo la premisa de que en Cuba hay
una dictadura y que eso merita un trato preferencial (por otros factores
históricos y geográficos también). Cuando el distanciamiento de lo que
constituye ser, explícita o implícitamente, un asilado político queda
marginado a lo ridículo, la receta de su destrucción está al doblar de
la esquina.
Otros argumentan que se debe de hacer una diferenciación entre los
inmigrantes/refugiados cubanos. ¿Son refugiados políticos o económicos?
La aplicación de la LAC, según esta corriente de pensamiento, debe de
extenderse a lo que vienen bajo la categoría política exclusivamente. El
problema con esa tesis, es que regímenes dictatoriales de corte de
dominación total (totalitario del siglo XXI) hacen imposible separar un
entorno de otro, En otras palabras, lo económico (o lo social) no se
puede separar de lo político. Es imposible en modelos como el que
controla Cuba.
La urgencia de preservar la LAC está vigente hoy, como lo estuvo en
1959. El problema no es la ley. La misma no es un enigma. El problema es
su implementación actual. En Cuba sigue rigiendo una dictadura
comunista. Es la misma que ha dominado el poder político por más de 56
años. Incluso, irónicamente, hasta están los mismos en la cúpula.
Modificaciones económicas para producir modelos híbridos de un Estado
leninista con economías mixtas, no es una novedad. Tampoco esto
representa una transición democrática, ni siquiera una posibilidad seria
a la misma.
La "tormenta perfecta" para descabezar la LAC se está gestando. El clima
antiinmigrante en EEUU cada vez va cogiendo más fuerza. Por otro lado,
el cabildeo a favor de una reforma inmigratoria señala la
excepcionalidad del caso cubano con recelo y apunta a su contradicción
inherente de "asilado pero puede regresar", también va levantando presión.
Estamos viendo como representantes de estados fronterizos con una
población inmigrante no-cubana, están agrupándose para matar la LAC.
Iniciativas como el Acto para Eliminar el Tratamiento Especial de
Programas Nacional para Cubanos de 2015 ("Ending Special National
Origin-Based Immigration Programs for Cubans Act of 2015"), patrocinado
por el representante Paul Goser de Arizona y otros ocho congresistas
más, es una indicación de lo que viene.
Las condiciones en Cuba no meritan la abolición de la LAC. El mal
socio-político, valga la redundancia, aún persiste. El comunismo cubano,
sádicamente, se nutre del dolor del pueblo cubano y la separación de las
familias y ha convertido la salida y entrada de los cubanos en una
industria muy lucrativa. Las medidas de "acercamiento" de Obama han
alimentado el fuego que quiere aniquilar la LAC. ¿Qué se debe de hacer?
Hay dos alternativas.
La primera opción sería modificar la ley. Esto ya se hizo con
anterioridad. En 1976 se enmendó, acortando el periodo de espera que
recibir la residencia de dos años a uno. Se pudiera limitar y
condicionar los viajes de los residentes estadounidenses o los
ciudadanos naturalizados que se ampararon bajo la LAC.
Otra alternativa sería moderar la política ejecutiva de la actual
administración norteamericana que da licencia al brinco constante y
cuasi-irrestricto de los cubanoamericanos de un lado del estrecho de la
Florida al otro. La Habana no es Orlando y los cubanos no entraron a
EEUU con la misma alfombra que los peruanos, paraguayos, mexicanos,
dominicanos o brasileños.
La cuestión no es que los cubanos de la Isla puedan salir o no. Eso se
debe de mantener abierto. El problema radica cuando se acogen a la LAC,
que es un privilegio inmigratorio y que reposa esencialmente (en
espíritu) sobre una premisa política de asilo. Ese derecho de asilo,
inherentemente, viene con su precio. La LAC merece ser salvada. Hay que
actuar rápido. La misma tiene enemigos por todos lados.
Source: Ley de Ajuste Cubano: modificar o moderar para salvarla -
Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
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