sábado, noviembre 28, 2015

Esperando por “alguien” que cambie las cosas

Esperando por "alguien" que cambie las cosas
"¿Y yo qué voy a resolver protestando?", "¿y tú para qué te metes en ese
canal?", "oye, ¡te vas a quemar!"
sábado, noviembre 28, 2015 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba.- Aquella mujer miraba incrédula el exorbitante precio
de la pequeña col mustia que reposaba sobre la tarima del agromercado y
meneaba la cabeza en negación, mientras lanzaba miraditas acusadoras
sobre el vendedor, que permanecía impávido, cómodamente recostado contra
unas cajas cargadas con los tomates más costosos y deslucidos del mundo.

Al sentirse observada por mí, la mujer me interpeló buscando
complicidad. "El dinero no vale nada", me dijo. Y alzando ante mi vista
una ligera bolsa que sostenía en una mano, con las compras que había
hecho hasta ese momento, me comentó que había gastado ya 75 pesos, un
tercio de la pensión de jubilado de su esposo. Equivalía, me dijo, a una
parte del almuerzo de tres días para ambos. "Yo no sé a dónde vamos a
parar con estos precios (…) Alguien tiene que hacer algo con el tema de
la comida. No se puede (…) A este paso nos vamos a morir del hambre".

Le pregunté quién creía ella que debía ser ese "Alguien" y qué debería
hacer semejante entidad abstracta para resolver el problema del costo de
la alimentación diaria de los cubanos. Entonces apareció la paranoia. La
mujer comenzó a mirarme con cierta desconfianza. ¡A saber quién era esta
conflictiva desconocida que quería convertir su comentario en "otra
cosa"! Sus alarmas le indicaban alejarse apresuradamente, y así lo hizo,
rompiéndose de golpe el efímero encanto de la comunicación entre dos
anónimas cubanas que solo procuraban la dieta familiar del día.

Aquella señora no quería complicarse en análisis ni (mucho menos)
comprometerse en un diálogo que, intuía, podía ser peligroso. Porque en
sabido que en Cuba todas las críticas acaban apuntando en la misma
dirección: el gobierno; y aquí nadie se mete "en política", aunque la
política determine desde una marcha en la Plaza Cívica convocada para
demostrar apoyo político a la revolución, hasta el precio de una simple
col, que si es desmesurado se debe al 'criminal bloqueo imperialista'
como "política exterior de EEUU contra Cuba". De hecho, también los
fracasados planes agropecuarios han seguido una política del régimen
castrista. Ergo: todo es política.

Aun así, la política es un campo minado en condiciones de totalitarismo:
nunca se sabe cuál podría ser el paso que cause tu 'explosión', así que
la mayoría de la gente elige el silencio y la parálisis.

Este encuentro intrascendente retrata un rasgo esencial del carácter
cubano que impide en buena medida la solución de los problemas de la
realidad nacional: la arraigada práctica de esperar que Alguien tome la
iniciativa y arregle o al menos mejore las cosas. Un Alguien imaginario
que sustituye la responsabilidad del "yo" y permite diluir el marasmo
colectivo en un ente indefinido. En fin, un Alguien anónimo que, ya sea
por temor o por conveniencia, evita nombrar a los responsables
principales de la interminable crisis cubana, aunque todos sepamos
quiénes son.

De hecho, existe todo un léxico acompañante de esa irresponsabilidad
colectiva, refrendado en frases que se dirigen a quienes manifiestan
inconformidad por una realidad donde absolutamente todo funciona mal o
no funciona. Es entonces que aparece un sabio consejero para decir lo de
siempre: "no te compliques", "no cojas lucha", "no te señales", "yo, a
lo mío", "esto no hay quien lo arregle", "¿y yo qué voy a resolver
protestando?", "¿y tú para qué te metes en ese canal?", "oye, ¡te vas a
quemar!".

Sin embargo, diríase que esa renuencia a enfrentar los males y
plantarles cara es inmanente solo al territorio nacional. Es como una
influencia protoplasmática que flota sobre la geografía de esta ínsula,
que se diluye mágicamente una vez que los cubanos se alejan de ella. Y
así como en Cuba la mayoría se comporta como esclavos y se desentiende
de lo que ocurre, asimilando estoicamente las arbitrariedades impuestas
desde el poder, se metamorfosean automáticamente en ciudadanos una vez
que salen definitivamente de los límites territoriales, donde desatan un
océano de exigencias, reclamando en otros escenarios los derechos que no
reivindicaron en su propio país.

Por estos días, cuando en una región fronteriza de Costa Rica varios
miles de cubanos migrantes viven en la incertidumbre sobre su futuro
inmediato, esperando una vez más que Alguien lo decida por ellos, y
mientras muchos compatriotas de todas las orillas nos solidarizamos con
el drama que envuelve a tantas familias y deseamos que finalmente todos
ellos puedan terminar su peregrinación arribando cuanto antes al destino
soñado; no puedo menos que pensar cuán útil hubiese sido para las
aspiraciones democráticas de los cubanos de Cuba y su Diáspora que esa
capacidad de organización para articular reclamos y esa valentía que han
mostrado nuestros hermanos para enfrentar tantas adversidades y penurias
en Centroamérica y en otros escenarios, se hubiese manifestado dentro de
la Isla, para exigirle responsabilidad plena al gobierno cubano,
causante principal de su situación actual y de tanto quebranto a lo
largo de casi seis décadas.

Seguramente la opinión pública nacional e internacional se hubiesen
movilizado ante el inédito espectáculo de tres mil y más cubanos
cortando el acceso al Comité Central, al Consejo de Estado o
concentrándose pacíficamente en la Plaza Cívica frente al monumento de
José Martí, ese prócer tantas veces invocado en vano, para reclamar su
legítimo derecho a ser prósperos y felices en su propia tierra. El mundo
se hubiese indignado si el Gobierno osara lanzar contra la multitud al
ejército y a la policía, con sus gases lacrimógenos y sus porras.

Así, lo que en Centroamérica discurre como una crisis coyuntural que
difumina la tragedia migratoria cubana con la de otros miles de
latinoamericanos, en Cuba hubiese sido un golpe moral devastador contra
el castrismo de haberse generado en Cuba la protesta. Lástima que no
haya sido así.

En la misma cuerda se mueve la actual reacción de otros cubanos en la
Isla, quienes se encuentran protestando frente a la Embajada de Ecuador
en La Habana, tras la disposición de las autoridades ecuatorianas de
establecer nuevamente la obligatoriedad de visado para los cubanos que
pretenden ingresar a su país. Tal como me comentaba a propósito un
amigo, resulta contradictorio que jamás se hubiese producido una
manifestación de cubanos indignados frente a las oficinas de Inmigración
cuando existía un humillante permiso de salida (tarjeta blanca),
mediante la cual el gobierno de la Isla decidía quién podía viajar o no
al extranjero.

Y esa enajenación de los cubanos, ese miedo cerval a la castrocracia, lo
que los lleva a apuntar una y otra vez al adversario equivocado. Nadie
parece comprender que si todos los inconformes con la realidad que nos
impone el poder de los druidas octogenarios enfocáramos aquí dentro
nuestras voluntades y energías en "coger lucha", "señalarnos", "meternos
en ese canal" o "quemarnos"; si uno de estos días, de una buena vez,
dejásemos de pensar solo en "lo mío" para defender "lo nuestro",
descubriríamos que juntos podríamos ser ese Alguien que cambie las
cosas. Sería el principio del fin del éxodo, que es decir también el
principio del fin del castrismo.

Source: Esperando por "alguien" que cambie las cosas | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/esperando-por-alguien-que-cambie-las-cosas/

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