miércoles, noviembre 18, 2015

El síndrome del avestruz

El síndrome del avestruz
REINALDO ESCOBAR, La Habana | 17/11/2015

Como el avestruz que hunde la cabeza en la tierra para no ver aquello
que le aterra o disgusta, el Gobierno cubano y los medios oficiales se
han negado a reconocer la angustiosa situación de miles de compatriotas
varados en las fronteras de Centroamérica. Hombres y mujeres solos,
familias con niños, obreros, campesinos, estudiantes, cubanos todos, son
vapuleados por las autoridades migratorias, expoliados por los
traficantes de personas y castigados por una naturaleza que desconocen,
en su afán de emigrar rumbo al Norte.

Ni una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores, ni un
comentario en las reuniones provinciales del Partido Comunista, ni una
aclaración del delegado en las Asambleas de Rendición de cuentas del
Poder popular. Ni siquiera la radio, la televisión, los periódicos o los
medios digitales de circulación nacional se han hecho eco del asunto.

Sin embargo, en la calle todos hablan del tema porque lo escuchan en las
estaciones de radio extranjeras a pesar de las interferencias, lo ven a
través de las prohibidas y perseguidas antenas parabólicas o se enteran
visitando a través de proxys anónimos los sitios de internet que con
tanta delectación bloquean los soldados informáticos. En los casos más
dramáticos, conocen lo que ocurre en carne propia, porque tienen un
familiar o un amigo padeciendo el trance.

Cuba se desangra en una incontrolable hemorragia migratoria, pero al
escuchar a los funcionarios y los periodistas oficiales, da la impresión
de que ese es el problema menos importante del país. Los discursos
siguen un guión trazado desde arriba y se enfocan en exigir mayor
disciplina y un elevado grado de exigencia o control. Los inspectores
entran a los almacenes a contar hasta el último clavo para comprobar si
hay faltantes o desvío de recursos, pero no anotan los miles de
empleados que cada año se van de la Isla, sean almaceneros o inspectores.

A la retórica gubernamental parece no importarle ni dolerle ver como se
extiende en la nación el deseo de abandonarla. Es como si no le
interesara la suerte que corren aquellos que se lanzan al mar o se ponen
en manos de coyotes dejándolo todo atrás: sus profesiones, propiedades,
parte de su familia, promesas de amor, deudas...

Nos estamos convirtiendo en una plaga procedente de un país que se ufana
de su servicio de salud. Somos rechazados, mal vistos, en aeropuertos y
puestos fronterizos a pesar de la reputación de gente simpática y afable
que nos costó siglos labrar. Esta nueva escoria que ha saltado del
horno, del "crisol de la Revolución", no quiere fundirse en el molde
donde pretenden domesticar su naturaleza. En Cuba no hay una guerra como
en Siria, ni una hambruna como en algunos países de África, solo el
temor que en virtud del mejoramiento de relaciones con los Estados
Unidos se eliminen los privilegios que otorga la llamada Ley de Ajuste
Cubano.

De la misma forma en que los padres no se divorcian de sus hijos, los
Estados no debieran desinteresarse de lo que le ocurre a sus ciudadanos,
ante los que tiene deberes, algunos de los cuales ni siquiera tienen que
ser promulgados como leyes o articulados en la Constitución. Peor aún es
el silencio de los medios amordazados por el mismo viejo secretismo. El
avestruz esconde la cabeza bajo tierra por cobarde, pero sus alas son
demasiado cortas para taparle los ojos y los oídos a los otros.

Source: El síndrome del avestruz -
http://www.14ymedio.com/blogs/desde_aqui/sindrome-avestruz_7_1891080874.html

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