El fracaso de los lectores topos
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 12 Nov 2015 - 8:20 am.
Una reflexión sobre el periodismo y los comentarios publicados en este y
otros medios.
Apenas reparamos en lo mal que le va a la policía política de la
dictadura en sus intentos de utilizar las opiniones de falsos lectores
para descalificar el trabajo de los medios que se dedican a divulgar la
verdadera realidad cubana. Del mismo modo que siempre les ha resultado
expedito infiltrar agentes o captar chivatos entre las filas de la
oposición, pifian en el caso de los lectores topos, sean los de este
periódico o los de otros, porque no hay uno solo entre ellos al que no
se le vea el refajo por debajo de la saya, como dirían las abuelas.
Tal vez ocurra porque no existe hoy entre los cubanos otro ejercicio
democrático tan diáfano como el que practican a diario nuestros lectores
mediante la publicación de sus criterios, agudos o simples, apasionados
o jodedores, radicales o equitativos, audaces, conservadores, oportunos
o intempestivos.
Joseph Conrad, el gran novelista polaco, apuntó que él escribía la mitad
de sus libros y que de la otra mitad se encargaban los lectores. Algo
similar quizá podríamos sostener quienes escribimos para estos medios.
No solo porque nos sentimos obligados a pensar ante todo como lectores,
así que a enfocar los temas imponiéndonos ciertas prioridades de
contenido. También porque al debernos a un público que nos asume como
vehículo para el examen y la denuncia de sus infortunios, siempre nos
tensa el temor de no cubrir tales expectativas.
Ocurre entonces que la moderación de las pasiones e incluso la
autocensura actúan con mayor peso en quienes escribimos aquí que en
quienes nos leen y juzgan. Pero no está mal que así sea. Es lo que nos
toca en beneficio del bien común.
Igual tal vez sea nuestro aporte para el rápido descubrimiento de los
lectores topos, que cada vez son más y se proyectan más diversamente,
pero siempre en vano. Desde los que fingen ser imparciales pero no
pierden la ocasión de deslizar sus guiños de complicidad o
condescendencia con el régimen, hasta los que acusan al articulista de
agente encubierto, con el malsano propósito de confundir, al tiempo que
disfrazan el carácter de su propia misión como agentes. Desde los que se
venden como desprejuiciados ciudadanos del primer mundo, con la secreta
intención de parecer más creíbles en su rol de topos, hasta los
presuntos nihilistas que no creen en nada, así que tampoco en las
razones de quienes se oponen a la dictadura. Se trata, en fin, de un
contingente formado por miles de vasallos, que no tienen que ser
necesariamente asalariados de la Seguridad del Estado, aunque muchos lo son.
Y existe únicamente un motivo para que toda esa morralla de lectores
topos no haya conseguido abrirse paso entre nosotros: la respuesta de
los auténticos lectores, cuya perspicacia y cuyo celo podrán pecar por
exceso pero jamás por defecto.
En cuanto a los articulistas, importancia menor tal vez tenga (al menos
para mí) que algunos de esos auténticos lectores nos cuestionen el valor
del texto sin haberlo leído enteramente, o aun cuando, habiéndolo leído,
se prenden de una frase o de una única afirmación —con frecuencia la
menos afortunada— para juzgar por ella todo nuestro trabajo. Muy pocas
veces faltará la rectificación de algún otro lector bien enterado. Pero
en cualquier caso, tales desafueros se compensan con creces mediante las
opiniones de aquellos que sitúan en entredicho, ante nosotros mismos,
ciertas certezas que consideramos infalibles.
Source: El fracaso de los lectores topos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1446992742_17985.html
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