De culpables y cómplices: el drama de los cubanos en Centroamérica
Que nadie se llame al asombro. El Gobierno cubano siempre ha jugado con
la suerte de sus emigrantes
Haroldo Dilla Alfonso, Santiago de Chile | 18/11/2015 9:20 am
El drama que están viviendo los cubanos en Centroamérica es uno de esos
asuntos de muchas aristas que no admiten versiones sencillas. Por eso no
intento aquí una explicación exhaustiva, sino solamente resaltar lo que
considero es el componente más bochornoso de toda la trama: la
complicidad del gobierno cubano y de quienes callan.
La imagen dolorosa de nuestros compatriotas huyendo de los policías
antimotines nicaragüenses, cargando niños indefensos, apaleados y
cercados por el humo tóxico de los gases lacrimógenos, resulta el trozo
mediático de un drama que se ha estado desarrollando por meses y años.
Perdidas todas las esperanzas en Cuba, incapacitados para obtener visas
americanas, y temerosos de que sea derogada la llamada Ley de Ajuste
Cubano, nuestros compatriotas han estado experimentando todas las vías
imaginables para llegar a territorio americano.
Lo siguen haciendo por la ruta tradicional del estrecho de la Florida,
siempre peligroso y muy patrullado. Lo intentan, cada vez con más
frecuencia, por República Dominicana, desde donde se trasladan a
territorio boricua a través del acechante Paso de la Mona, pero los
dominicanos han cerrado este grifo y han empezado a deportarlos. Y
México resulta tan impenetrable —o más— que los propios Estados Unidos.
En consecuencia, desde hace meses han estado tratando de llegar al Río
Grande atravesando selvas y páramos desde Ecuador, donde los requisitos
de entrada son menos exigentes. Una historia que trata de personas
desesperadas —se habla de unos cuantos centenares diarios— que afrontan
todo tipo de inclemencias, abusos físicos y morales, robos, secuestros y
violaciones. Personas que desaparecen, a veces para siempre, y sobre
cuyos paraderos sus familias indagan desde las páginas especializadas de
Internet.
Para hacerlo tienen que atravesar media docena de países sur y
centroamericanos, todos los cuales, con menor o mayor entusiasmo, han
permitido los pasos de estas caravanas otorgando permisos —de jure o de
facto— por algunos días, los suficientes como para verlos desaparecer en
la frontera siguiente. Hasta que, súbitamente el gobierno de Managua
comandado por Daniel Ortega decidió cerrar el paso por su territorio. Lo
hizo a la fuerza, lanzando sobre los cubanos una compañía de guardias
antimotines cargados de juguetes letales. Una mujer cubana describió la
situación en pocas palabras: "Nos tiraron gases lacrimógenos, nos dieron
golpes, golpearon a las mujeres embarazadas, a los niños, nos han
maltratado durísimo, dispararon. Estamos muy mal, necesitamos que nos
ayuden".
Nadie puede creer que Daniel Ortega esté jugando sinceramente cartas de
estricta legalidad. Nunca lo ha hecho, y no lo hace ahora, en un país
que, por lo demás, siempre oscila entre lo alegal y lo ilegal en
beneficio del enriquecimiento de su élite (de la que la familia Ortega
ha pasado a ser un miembro distinguido) y de la magra sobrevivencia del
resto. Ortega usa a los cubanos para atizar el conflicto que ha
cultivado en la frontera en torno a unos pedazos de tierra que reclama
suyos en detrimento de Costa Rica y que apuntan a un mejor
posicionamiento para la construcción de un canal interoceánico con
financiamiento chino. Y acusa a Costa Rica de hacer lo que todos han
estado haciendo en los últimos meses: dejar pasar.
Pero Daniel Ortega es un ahijado pródigo del Gobierno cubano. Es un
vástago adinerado y corrupto proveniente de los escombros de aquella
revolución que derrumbó una de las peores satrapías del continente y por
la que cientos de miles de nicas dieron sus vidas. De Cuba recibe muchas
cosas, incluyendo brigadas médicas que apuntalan su depauperado sistema
sanitario, y él mismo recibe atención médica de primer orden gratuita
para una enfermedad que se comenta progresiva. Y recibe otros servicios
menos altruistas, como agentes de seguridad que le cuidan las espaldas
de sus muchos enemigos. Por eso sería ingenuo creer que Ortega está
apaleando cubanos si no tuviera el apoyo del Gobierno cubano.
Para el gobierno de Raúl Castro, se está generando un negocio político
de altos réditos en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. Un
problema internacional que no es difícil ligar a la Ley de Ajuste
Cubano, y que, por tanto, mueve a reconsiderarla, y junto con ella a
todo el amasijo legal del bloqueo/embargo. Pues la remoción del embargo
implica una oportunidad única para la élite política cubana en proceso
de aburguesamiento. Y si para conseguirlo hay que ofrecer al mundo la
triste imagen de cubanos desesperados —tan desesperados que desafían
jaguares, "coyotes" y guardias blindados— ello es un mal menor. Hace
mucho tiempo que el Gobierno cubano no conoce el sentido de la pudicia
política.
Que nadie se llame al asombro. El Gobierno cubano siempre ha jugado con
la suerte de sus emigrantes. Considera a la emigración como una suerte
de comodín político que usa para justificar políticas opresivas. Y como
caja chica para sostener el propio estropicio económico que ha generado.
Es posible, nunca lo olvidemos, que los viajes y negocios de la élite y
sus hijos —recordemos las giras europeas de Mariela y los tours
helenísticos de Antonio, ambos del Clan Castro— estén siendo pagados por
las remesas y los altos precios consulares que los trabajadores cubanos
en diversas partes del mundo transfieren a este Estado Proxeneta. En
consecuencia, lo que está haciendo ahora es hacer lo que siempre ha
estado haciendo: apalear emigrados desesperados para obtener provechos
colaterales.
Lo que está sucediendo no es una cuestión que admita parangones
ideológicos o políticos. No es un dilema de izquierdas y derechas, o de
pro y antimperialistas. Es un dilema entre lo humano y lo inhumano. Y
ante semejante dilema —ante la imagen de mujeres huyendo y arrastrando
niños aterrorizados— mi posición no puede ser otra que la condena
absoluta al Gobierno cubano por su complicidad en un atentado contra sus
ciudadanos, a los que supuestamente está obligado a defender.
Ante los otros, los cómplices por omisión que callan o solo musitan
compasiones plañideras, ni siquiera una condena. Solo lástima, mucha
lástima.
Source: De culpables y cómplices: el drama de los cubanos en
Centroamérica - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/de-culpables-y-complices-el-drama-de-los-cubanos-en-centroamerica-324129
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario