sábado, noviembre 01, 2014

Fue Cuba

Fue Cuba
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 1 Nov 2014 - 10:35 am.

Un libro de exdirector de los servicios de inteligencia argentino revela
la intervención clandestina del castrismo en medio planeta, y muy
especialmente en América Latina.

Juan Bautista Yofre ha publicado otro importantísimo libro: Fue Cuba.
"Tata" Yofre es un notable periodista argentino que dirigió la
inteligencia de su país en tiempos de Carlos Menem. De esa experiencia
le quedaron su pasión por la información exacta y algunos contactos muy
valiosos.

Yofre tuvo acceso nada menos que a 11.000 documentos de la inteligencia
checa que detallan minuciosamente la intervención clandestina de Cuba en
los asuntos internos de medio planeta, y muy especialmente, en América
Latina.

A ese espasmo imperial cubano se le llamó "Operación Manuel". Los
servicios checos, muy controlados por la URSS, fueron escogidos por
Moscú y por el KGB para coordinar con La Habana los esfuerzos
subversivos. Los soviéticos querían borrar sus propias huellas.

¿Qué hizo el castrismo en Argentina? Algo terrible: en los primeros años
de la década del 60 contribuyó a descarrilar la débil instauración de la
democracia civil en tiempos de José María Guido y Arturo Illia. Entonces
pasaron por La Habana, en busca de ayuda y pertrechos, decenas de
argentinos violentos, desde Mario Roberto Santucho hasta John William Cooke.

Cuba inspiró, adiestró, armó y lanzó un movimiento guerrillero contra
una Argentina que, bajo la dirección de un médico honrado, Arturo Illia,
luchaba por estabilizar la nación, enterrar el militarismo y colocar de
nuevo al país bajo la autoridad de la ley. Fueron a luchar contra la
democracia.

En esa época, el periodista Jorge Massetti, encandilado por la
experiencia cubana —vivía en La Habana y dirigió Prensa Latina— se
infiltró en Salta, al noroeste de Argentina, al frente de un grupo
armado, al que llamaron Ejército Guerrillero del Pueblo, para recrear
en su país de origen la experiencia castrista y erigir una dictadura
comunista.

Massetti eligió el pseudónimo "Comandante Segundo". El "primero" era su
amigo Ernesto "Che" Guevara, quien se hubiera incorporado a la lucha, a
la cabeza del grupo, tan pronto se consolidara un frente guerrillero.
Pero no pudo ser. El ejército liquidó rápidamente aquella delirante
aventura. El cadáver de Massetti jamás apareció.

En toda América Latina sucedió lo mismo. En Uruguay, la Suiza de América
—como ha documentado convincentemente el expresidente Julio María
Sanguinetti— la izquierda castrista, encabezada por los tupamaros,
comenzó a robar armerías y bancos, y secuestró, asesinó y asaltó
cuarteles, provocando la reacción violenta y, a veces, criminal, de los
militares.

El actual candidato a vicepresidente por el Frente Amplio, Raúl Sendic,
nacido en 1962, acabó estudiando en Cuba de 1980 a 1984 (lo que acaso lo
vacunó contra ese disparate) porque su padre, de igual nombre, fue la
cabeza, el corazón y la primera pistola de aquella lamentable banda
terrorista que tanto daño le causó al país, aunque hoy intenten
reescribir esa trágica historia.

¿Por qué Cuba tuvo tanta influencia? En esencia, por la personalidad
mesiánica de Fidel Castro, quien, por desproporcionado y loco que fuese
el proyecto, se decidió a conquistar el planeta y poner de rodillas al
odiado vecino estadounidense, como advirtiera en una carta escrita en el
verano de 1958 a su amante y confidente Celia Sánchez: "Cuando esta
guerra se acabe, empezará para mi una guerra mucho más larga y grande:
la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ése va a ser
mi destino verdadero".

Y así fue. A partir de la derrota de Batista, Castro convirtió a Cuba en
una gran base revolucionaria dedicada a la acción armada internacional.
Como me dijo un excomandante sandinista: "Más que un país, Cuba era un
nido de ametralladoras en movimiento".

"Hacer la revolución" en cualquier parte era el leitmotiv de Fidel
Castro, su pasión más íntima y persistente. Para ello buscó la
protección de la URSS, suscribió el modelo represivo estalinista y el no
menos letal colectivismo marxista-leninista, se alió a todos los
movimientos de liberación preexistentes, como el argelino, o contribuyó
a crearlos en cualquier parte, como el ELN colombiano, ofreciendo armas,
adiestramiento, dinero, y una metodología basada en la experiencia
cubana, a la que llamó "foquismo".

¿Por qué esa locura? Porque Fidel Castro, que creció en olor de tiroteos
y gangsterismo, en su juventud, en 1947, durante la frustrada expedición
contra el dictador dominicano Trujillo, montada en Cuba con la
colaboración de la "Legión del Caribe", y luego en el bogotazo de 1948,
había adquirido "el síndrome del condottiero", ese marcador trallazo de
adrenalina que dan las aventuras militares y la posibilidad de realizar
hazañas que te claven para siempre en la historia y en la atemorizada
memoria de los hombres.

No en balde, por aquellos años tumultuosos, prediciendo su destino
fulgurante, se cambió su segundo nombre. Se llamaba Fidel Hipólito y se
puso Fidel Alejandro. Su destino era conquistar el mundo. Su caballo de
batalla no se llamó Bucéfalo. Se llamó Cuba. Fue Cuba.

Source: Fue Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1414805965_11070.html

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