La Habana pretende reanimar sector azucarero, pero necesita inversión
extranjera
Oscar Espinosa Chepe: La destrucción del sector a lo largo de los
últimos 50 años ha sido "el error más grande cometido en la historia de
Cuba"
EFE, La Habana | 30/09/2011
La desaparición del Ministerio del Azúcar en Cuba para que el sector
tenga estructura y gestión empresarial pretende resucitar una industria
en estado crítico que, para algunos analistas consultados el jueves, no
podrá recuperarse sin inversión extranjera.
Los medios cubanos informaron también este jueves de la decisión del
presidente Raúl Castro de suprimir el histórico Ministerio del Azúcar,
porque "en la actualidad no cumple ninguna función estatal", y crear el
Grupo Empresarial de la Agroindustria Azucarera que deberá ser "capaz de
generar con sus exportaciones moneda convertible para financiar los
gastos propios".
La medida, que para muchos no ha sido una sorpresa, se produce después
de que el año pasado Cuba reconociera la desastrosa situación del
sector: en 2010 se registró la peor zafra del siglo en un país que en
otras épocas tuvo en el "oro blanco" su principal motor económico.
La supresión del Ministerio del Azúcar (MINAZ) es para algunos
observadores una "medida pragmática" que responde al interés de Raúl
Castro de "desmantelar" estructuras burocráticas de corte soviético.
Para Omar Everleny, especialista del Centro de Estudios de la Economía
Cubana (dependiente de la Universidad de La Habana), el objetivo de la
medida es reactivar la industria del azúcar desde la gestión empresarial.
Según los cálculos de diversos especialistas, el Gobierno de Raúl Castro
se ha marcado el objetivo de llegar a una producción de azúcar de dos
millones de toneladas en uno o dos años, lo que supondría una mejora
pero estaría aún lejos de los cuatro millones registrados a finales de
los noventa, la producción tope que logró Cuba tras la caída del bloque
soviético.
Muchos opinan que lograr ese objetivo no será posible sin inversión
extranjera y, de hecho, algunos observadores intuyen en la eliminación
del MINAZ y la creación del grupo empresarial un paso previo para
introducir a futuros socios extranjeros, una posibilidad que se estudia
desde hace tiempo.
La entrada de capitales externos en la industria azucarera —no en la
parte productiva (cultivos) pero sí en la mejora de centrales y
comercialización internacional del producto y derivados— tendría grandes
posibilidades para Cuba y podría incluso elevar la producción a tres
millones de toneladas en tres años, dijeron fuentes diplomáticas europeas.
Expertos cubanos y extranjeros apuntan a Brasil como uno de los países
con más posibilidades de entrar en la industria azucarera cubana
principalmente en la variante energética de los derivados de la caña.
Para los más pesimistas, la extinción del Ministerio de Agricultura es
una "muerte anunciada" y la noticia de la "defunción" de la industria
del azúcar en Cuba, justo en un momento en que es uno de los productos
alimentarios con mejores precios internacionales y en el que la caña
cotiza al haberse convertido en fuente generadora de biocombustible.
La destrucción del sector a lo largo de los últimos 50 años ha sido "el
error más grande cometido en la historia de Cuba", según Óscar Espinosa,
economista disidente y ex preso político del grupo de los 75 opositores
que fueron encarcelados en la represión de la llamada Primavera Negra
del 2003.
Espinosa también opina que la inversión extranjera es necesaria para
reconducir la industria, pero no cree que nadie se atreva dada la
coyuntura internacional, por la crisis económica, y la cubana con un
plan de ajustes económicas que están siendo "muy limitados".
De acuerdo con los datos difundidos hoy, el nuevo grupo empresarial del
azúcar estará compuesto de trece compañías provinciales de las que
dependerán los 56 centrales activos que hay en Cuba, de los que 46
molerán en la próxima campaña.
No se ha precisado quién estará al frente del nuevo grupo empresarial,
ni los planes para los miles de empleados públicos del MINAZ.
Entre 2002 y 2004, Cuba ya redujo el número de sus centrales de 156 a
61, eliminó más de 100.000 plazas de trabajo y disminuyó la superficie
de cultivo de 2 millones de hectáreas a unas 750.000.
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