Saber la verdad del régimen no basta
A 30 años de la Glásnost, una mayor circulación de información en la
Isla no ha debilitado al castrismo
Viernes, junio 23, 2017 | Ernesto Santana Zaldívar
LA HABANA, Cuba.- En Cuba, durante bastante tiempo, pareció lógico creer
que, dado el profundo temor que siempre mostraba el gobierno por la
libre información, bastaba cierta circulación de datos y noticias no
controlados para que el castrismo comenzara a desintegrarse.
Durante gran parte de la revolución, el partido comunista logró evitar
con notable éxito que a los ciudadanos cubanos les llegara información
sobre la que él no tenía control, tanto la que provenía del exterior
como la que se generaba precisamente dentro del país. La verdad era un
arma del enemigo y con ella no se podía construir un sistema político
tan ajeno a la naturaleza humana como el comunismo.
El dominio sobre todos los medios masivos de comunicación era tan férreo
que, para conocer algunas noticias sobre lo que ocurría de veras en
otros países o para escuchar la música que más sonaba en el mundo, tenía
uno que sintonizar emisoras extranjeras de manera preferiblemente
clandestina.
En la segunda parte de los ochenta, todo empezó a complicarse para el
gobierno. Surgió Radio Martí, con su temible eslogan "la información es
poder" y con una señal tan fuerte que podía captarse claramente en casi
todo el país. Comenzó también en la Unión Soviética una renovación
encabezada por Mijaíl Gorbachov donde la transparencia informativa cobró
gran importancia. En Cuba, además, echó a andar definitivamente el
periodismo independiente.
Comenzaron entonces, por supuesto, a darse algunos acontecimientos e
incluso algunos cambios importantes en la vida social, cultural y
política del país, que fueron en gran parte consecuencia de una
inusitada circulación de la información. Los testigos de aquello que
comenzó hace treinta años con la perestroika y la Glásnost nunca
olvidaremos las esperanzas que trajo.
La gente acudía como nunca a los estanquillos solo para comprar la
prensa que venía del "campo socialista". El gobierno ordenó desaparecer
publicaciones soviéticas como Sputnik, Novedades de Moscú o Literatura
Soviética, además de innumerables revistas de otros países de Europa del
Este, pero eso no impidió que siguieran creciendo las expectativas de
cambios.
Tan insoportable como la posterior decisión del líder soviético de
retirar sus tropas de Europa del Este, debió resultar para Fidel Castro
que Gorbachov declarara a la revista Time que "detestaba mentir". A la
Glásnost, de hecho, el Comandante la llamaba burlonamente "la mujer de
otro". Por eso, en el cacareado "proceso de rectificación de errores" en
la Cuba de entonces no hubo nada parecido a un adulterio.
Ya desde antes de las reformas en la Unión Soviética y en otros países
de su bloque existió el fenómeno de las publicaciones clandestinas, que
en Cuba no se dieron con notable impacto. Cuando terminaron los 70 años
de falsas noticias en la URSS, aquella búsqueda clandestina de la verdad
afectó el modo en que ocurrió el colapso, pues los disidentes habían
creado la expectativa de que un nuevo lenguaje era posible, expresando
la realidad sin filtrarla por el poder.
Finalmente cayó el muro de Berlín y desaparecieron el "socialismo real"
y la propia Unión Soviética. Aquí, nos pareció que veíamos un destello
al final del túnel. "Ya viene llegando", cantaba Willy Chirino. Muchos
creyeron que el derrumbe del castrismo era cuestión de días, o al menos
solo de meses. No era una ilusión gratuita. Tan asombrosa como la caída
del comunismo fue la supervivencia de este gobierno totalitario.
La Cuba de finales de los ochenta, recordemos, estaba muy viva. En los
ámbitos de la política y de la cultura, en la sociedad y en la mente de
las personas, ocurrieron cambios como no se habían dado nunca en treinta
años de revolución. Pero llegaron los años noventa y llegó el abismo;
llegó la miseria total, la muerte y la fuga.
Desde entonces, en el alma de muchos cubanos, este país es solo una
catástrofe de la que hay que escapar, incluso cuando no puedan salir de
aquí. Y, 30 años después, en Cuba, el ciudadano real casi ha
desaparecido; no hay nada parecido a una intelectualidad, la sociedad
civil al margen del régimen está bajo enormes presiones, como el
activismo político, que no ha podido alcanzar la fuerza necesaria.
Actualmente, pese a la censura y el control gubernamental, en nuestro
país hay mayor circulación de información libre que nunca antes en casi
60 años, sobre todo a través de medios digitales. En realidad, es muy
difícil a estas alturas no encontrar de alguna manera lo que uno quiere
saber.
Pero esa mayor libertad informativa —aunque tenga efectos muy
desagradables para el régimen que este siempre tratará de evitar o
minimizar— no ha conseguido el impacto esperado y no ha debilitado
mortalmente a la dictadura, sobre todo porque no ha habido una
estrategia efectiva para encauzar la necesidad de cambios profundos.
El poder de la información fue muy sobrevalorado por muchos. Es evidente
que gran cantidad de personas puede juzgar ahora con innumerables
elementos a su alcance y obtener mayor certeza sobre cualquier tema,
pero eso no implica un cambio cualitativo ni una progresión esencial.
Poder saber la verdad no basta si esa verdad no importa lo suficiente.
Saber dónde se está no es lo único necesario para saber a dónde ir.
Source: Saber la verdad del régimen no basta CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/saber-la-verdad-del-regimen-no-basta/
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