La universidad vigilada
MICHAEL H. MIRANDA | Fayetteville | 7 de Junio de 2017 - 05:58 CEST.
La semana pasada aparecieron en las redes sociales varias fotos de
estudiantes norteamericanos con sus profesores en La Habana. Las
imágenes no llamarían demasiado la atención si no fuera porque la
coyuntura exige cierta contención en el consumo de la iconografía del
régimen: los estudiantes han sido captados paseándose por los salones
del Museo de la Revolución, frente a fotos de Fidel Castro y grotescas
caricaturas de presidentes norteamericanos. Y también porque en los
últimos meses han arreciado las expulsiones de estudiantes y profesores
en las universidades cubanas sin que muchos miembros de la academia
norteamericana hayan expresado su rechazo.
Ha existido bastante controversia alrededor de la idea de los viajes de
intercambio académico a países donde no existen tales libertades. Ya hay
una embajada estadounidense en La Habana, pero las relaciones distan
mucho de ser normales, sobre todo porque las exigencias en materia de
derechos fundamentales siguen sin ser observadas por La Habana. Sin
embargo, tras el ascenso de Barack Obama a la presidencia en 2008,
parece que había terminado imponiéndose en la práctica la posibilidad de
dar mayor sistematicidad a los viajes de estudiantes, e incluso varias
universidades crearon un puesto solo para llevar adelante estos
intercambios.
La pregunta que muchos se hacen es si deben usarse fondos públicos para
realizar viajes cuyos itinerarios, a todas luces aprobados a un nivel
bastante alto del Gobierno cubano, incluyen visitas a sitios llamados
"de interés histórico y social" (que ya sabemos qué significa y en qué
particular hoja de ruta están ubicados) y donde ocupan un lugar de
privilegio determinados puntos del horizonte estratégico del
totalitarismo tropical: si están los museos como el de la Revolución con
fotos a todo trapo de un tirano caribeño, ¿por qué no estarían el
santuario familiar de Birán, la piedra de Santa Ifigenia y el Museo del
Ministerio del Interior, tan bien descrito por Antonio José Ponte en La
fiesta vigilada?
El escritor y exprisionero político cubano Rafael Saumell, quien se
desempeña como profesor en la Sam Houston State University, de Texas,
valora la libertad académica que existe en la inmensa mayoría del mundo
universitario occidental, aunque apunta que él nunca se prestaría a un
trabajo de esa naturaleza. "Dado el pedigrí político de unos cuantos
colegas, siempre existe el riesgo de emplear fondos para tareas de
adoctrinamiento. Los apologistas de la diversidad suelen no ser igual de
explícitos para condenar las expulsiones de profesores y estudiantes que
no siguen la línea del Partido", comenta.
Resulta que podrían cuestionarse los objetivos de esos viajes, que visto
lo visto no implican tanto mejorar la cultura del idioma español de los
estudiantes, en propiedad eso puede trabajarse sin tanto cansancio y
esfuerzo allí mismo en los barrios más mexicanos de Austin, Phoenix o
Los Angeles. ¿Qué tienen que ver la exposición de una tanqueta del
Ejército Rebelde, el monumento al Che Guevara o la visita a una vaquería
por cuenta propia en Matanzas con los usos del subjuntivo? ¿O es que se
trata de un tipo específico de idioma español que se aleja de las normas
más ricas y dislocadas de la lengua para aproximarse a la pobreza del
Granma? ¿En qué momento las universidades americanas, con el magnánimo
(por no decir alegre) asentimiento de decanos y profesores, decidieron
que les correspondía un capítulo en la normalización, pero solo para
pasar de puntillas sobre la rutinaria falta de rigor y libertades de sus
homólogas de la Isla?
Si las universidades públicas norteamericanas no conocen que es una
práctica muy común en Cuba la expulsión de estudiantes y profesores no
simpatizantes con el régimen, lo menos que podría decirse es que están
desinformadas. Pero si lo conocen y aun así insisten en firmar convenios
de colaboración con esas instituciones, deberán esperar la repulsa y la
crítica por utilizar fondos del contribuyente para someter a los
estudiantes a una agenda tan distante de un legítimo "intercambio
cultural" y tan próximo a los dictados de la praxis política del
Gobierno cubano.
Obama es historia. Su política de normalización puede que tenga las
horas contadas, mientras el régimen erigido por los Castro sigue en pie
y sin moverse mucho en la dirección de las sociedades abiertas. No
sabemos todavía si la administración de Donald Trump va a cancelar o
restringir estos contactos. De lo que sí debemos estar seguros es de
que, si sucede, las universidades norteamericanas reclamarán con energía
y por todos los canales su derecho a los viajes, y su ruido solo será
comparable al silencio que con prudencia guardan cuando se trata de
acompañar a quienes intentan combatir los severos rigores de la otra
universidad, la vigilada.
Source: La universidad vigilada | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1496677194_31658.html
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