El payaso, los bichos y los mongos
En general la impresión que dejó el acto para un cubano de acá no pudo
ser más negativa: todo el show rezumaba por los cuatro costados
nostalgia batistera y anexionismo barato
José Gabriel Barrenechea, Santa Clara | 19/06/2017 9:50 am
Trump dijo al comenzar su discurso en Miami: "Estoy cancelando todo el
acuerdo bilateral del último gobierno", ¿pero en realidad qué cambió?
Nada, nada, nadita… como habría dicho mi abuela. Ni cerró la embajada en
La Habana, ni revertió la política migratoria a su estado el 1ro. de
enero de este año, ni le puso trabas a nada en concreto a lo que ya no
le hubiese puesto limitaciones eficientes Barack Obama. Solo los "yumas"
ya no vendrán más aquí con esa peligrosa frecuencia de antes, que
sobrecargaba la capacidad de la Seguridad del Estado para vigilarlos
como se debe. En fin, que Donald se fue a Miami a hacer lo único que le
queda bien: coger pa' sus cosas a los mongos; que, por cierto, parece
que son legión, tanto del lado de allá del Estrecho como del de acá.
No nos engañemos, Trump se soltó este discursito, que más se parecía a
uno de esos shows que animara hasta ayer mismo, no por los cubanos, sino
porque necesita remediar de alguna manera el hecho de que no lleva 200
días de presidente y ya sus payasadas lo tienen con un pie afuera de esa
Casa Blanca en que primero dijo no viviría. A ganarse a "Marquitos" y su
sector del Partido Republicano, pero sobre todo su apoyo en la comisión
senatorial que pronto lo investigará de a lleno, se fue Zaphod
Beeblebrox al teatro Manuel Artime.
¿Cuáles son los resultados de este show, tan vano como cualquier otro de
los que tanto parecen apreciar los asistentes al mismo? Resumiré:
Dejar en ridículo al coro de anticastristas miameros, ese que cualquier
desprevenido cogido de repente frente a su televisor, ya en medio del
acto, no sabría aclarar si se dedicaba a seguir a un Bruce Springsteen
que cantaba Born in the USA, o a Donaldo. La barata justificación de que
se coreó yuesei porque ese Estado representa la libertad no es más que
una grave muestra de estatismo solapado: la libertad solo la defendemos
en verdad los individuos, de nosotros mismos y de Estados, naciones,
Iglesias, corporaciones y hasta del Copón Divino, si fuera necesario.
Mal andaríamos, como anda cierto anticastrismo hace rato, si creyéramos
que EEUU es el garante último de la libertad.
Míster Donald Clown, él mismo, no pudo hacerla peor: recordó la masacre
raulista de militares batistianos en Santiago de Cuba, en los primeros
días de 1959. Sin embargo, para evitar que pudieran acusarlo de
parcialidad también debió comentar que el tal jefe de la policía,
asesinado en ella, y padre del señor que interpretó al violín el himno
americano, lo había sido de una ciudad en que ese cuerpo en tres años
torturó y asesinó a varios cientos de ciudadanos, adolescentes en su
mayoría, y tampoco sin justo proceso. No hay represores buenos y malos,
amantes de la libertad y enemigos suyos; solo hay represores, y esto
debe repetirse una y otra vez, hasta el cansancio si fuera necesario.
En general la impresión que dejó el acto para un cubano de acá (la que
me dejó a mí) no pudo ser más negativa (prefiero no usar la mala palabra
que me viene a la mente): todo el show rezumaba por los cuatro costados
nostalgia batistera y ANEXIONISMO barato. Quizás por ello la TV cubana
repitió tantas veces el acto en el Manuel Artime, y a qué dudarlo, por
eso tanto lo repetirá en el futuro.
Nada, que se lo pusieron en bandeja de plata a Raúl y su pandilla.
El régimen castrista, que ya sabía que poco de nuevo había en la nueva
política, ganó unos días para airear su vieja retórica "nacionalista";
sin muchas ganas, no obstante. Así en la TV los cubanos pudimos
disfrutar de una Cristina Escobar que sin mover casi ni un músculo de su
cuidada y enpomadada cara, para no ajarse el rostro, soltó una diatriba
a la que le habrían hecho falta uno o dos gestos "arrugadores" para
resultar creíble.
Pero, además, como ya el castrismo tiene bien calimbado al absurdo
personaje, sabe muy bien que a la larga lo de un nuevo acuerdo podría
funcionar a su favor. No le es ajeno a los primates del castrismo que si
saben adular a Zaphod Beeblebrox, ponérsele familiar a lo Putin,
estimularle ese ego desproporcionado y ese innegable autoritarismo
empresarial de que padece… para dentro de tres años (si es que esta
desgracia llegara a durar tanto) a Berta Soler y Antonio Rodiles no les
quedará más remedio que coger un viejo poemario de un comunista
redomado, Cantos para soldados y sones para turistas, de Nicolás
Guillén, para pararse a recitarlo a modo de protesta bajo alguna de las
innúmeras torres Trump que en cooperación con GAESA el cuántico
personaje vendrá a levantar en La Habana.
Porque además esos primates mencionados intuyen que, con el promotor
final de este acto, y a quien un futuro Trump negociador deberá rendir
cuentas en definitiva, se puede intentar cortar el bacalao. Marco Rubio
se ha quitado la careta en los últimos días, y con sus actos y
declaraciones nos deja claro que él solo representa a un sector cuyo
principal interés no es democratizar a la Isla, sino recuperar bienes
nacionalizados. Y en ese objetivo primordial, si democratizar ayuda,
pues bien. Pero como la cosa puede no funcionar de ese modo, porque a lo
mejor va y los malagradecidos cubanos, convertidos en el verdadero
soberano gracias a los esfuerzos del senador, decidimos mayoritariamente
no devolver nada, lo mejor es asegurar lo de las reclamaciones antes de
que a nosotros nos llegue la oportunidad de elegir nuestro propio destino.
Source: El payaso, los bichos y los mongos - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-payaso-los-bichos-y-los-mongos-329748
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