Balseros terrestres cubanos: sacrificio, desconfianza y miedo
Miles de cubanos emprenden una peligrosa travesía por zonas infestadas
de sicarios, guerrilleros de la FARC y policías corruptos. Los
inmigrantes de a pie cruzan ocho países y tres husos horarios.
Iván García Quintero
diciembre 04, 2015
Para Jorge Echevarría, de 25 años, todo comenzó una mañana en La Víbora,
barrio al sur de La Habana, cuando una amiga, a través de una conexión
telefónica por internet, lo puso en contacto con un coyote ecuatoriano.
"Desde hace seis años intentaba marcharme de Cuba. Me tiré en balsa tres
veces. Siempre fui atrapado por los guardacostas estadounidenses. Fue
entonces que me decidí viajar a Ecuador y emprender la marcha por varios
países centroamericanos", expresa Echevarría, mientras espera el ómnibus
que lo trasladará a un albergue en el condado de San Ramón, a una hora
de camino de la capital de Costa de Rica.
Según Jorge, en Colombia fue despojado del dinero que portaba. "Cerca de
4.000 dólares. Lo llevaba escondido en varias partes del cuerpo y en un
forro de la mochila. Me quedé sin un centavo. Cuando llegué a Paso
Canoas hacía tres días que no comía. Solo agua y algunos frutos que
encontré en el camino".
La mayoría de los cubanos varados en Costa Rica coinciden que su mayor
enemigo son los coyotes, sicarios y guerrilleros del ELN y las FARC de
Colombia.
"Esa gente no se anda con chiquita. Si no le aflojas el dinero te
encajan un tiro. Son analfabetos con armas. Asesinos por placer", dice
Echevarría, sentado en el andén de una vieja terminal de ómnibus en Paso
Canoas, Costa Rica.
Varios entrevistados por Martí Noticias aseguran que para iniciar el
periplo se necesitan, como mínimo, entre $5.000 y $8.000 dólares.
También un poco de suerte y viajar siempre en grupos.
Cuando usted habla con ellos, en sus ojos cansados y en las historias
que cuentan se percibe el peligro que encierra la ruta. Magda, una
señora con el pelo teñido de rubio, tenía una peluquería en Puerto
Padre, Las Tunas, a 700 kilómetros al noreste de La Habana.
"Las cosas me iban bien. Al mes ganaba de 90 a 100 pesos convertibles
($100 a $110 dólares), que en Cuba es bastante. Pero no hay futuro
mi'jo. Soy madre de un hijo de 21 años que todas las noches me recordaba
que deseaba largarse de aquella m...", apunta sentada en un taburete de
madera en un hotel de Paso Canoas.
Magda relata que en su grupo una joven cubana fue secuestrada por
sicarios colombianos. "Nos cobraron dinero para pasar y nos dijeron: 'la
chica se queda con nosotros'. A otra la violaron. Este viaje es muy
duro. Pero no me arrepiento".
Alfredo Ávila, 28 años, ingeniero eléctrico en Holguín, dejó en Cuba a
su esposa y un hijo. También una casa a medio construir. Su sueño es
radicarse en Estados Unidos, trabajar duro y poder sacar a su familia.
Pudo recaudar el dinero "en negocios más o menos ilegales y con la venta
de una casa. A un pariente que vive en Miami, en uno de sus viajes a
Cuba le entregué $10.000 dólares que me va girando de a poco. El plan
era simple. Amigos de Holguín me dieron contactos en Ecuador. Para
preparar mi fuga, viajé dos veces a Quito. Cuando me decidí, entré en
contacto con coyotes ecuatorianos. El itinerario es difícil y peligroso.
Lo ideal es viajar con poco dinero. Y esconderlo lo mejor posible",
cuenta Ávila en el recibidor del precario hostal El Azteca.
Eddy Alfonso Rubio, 29 años, técnico en gastronomía, residía en el
poblado costero de Santa Cruz del Norte, en la provincia de Mayabeque.
Aunque el viaje fue complicado, ahora en Costa Rica, más distendido,
bebe sin parar una cerveza tras otra.
"Era cantinero en un restaurant estatal. Ahorré dinero con las propinas
y otros negocios. Dejé en Cuba a mi esposa y una hija. Las reformas
económicas de Raúl Castro no han traído beneficios para la mayoría de la
población. Aquello (la isla) no tiene solución. Lo mejor es largarse.
Cuanto antes mejor", expresa.
El miedo a hablar de política no los abandona
Cuando usted les pregunta sobre temas políticos, los balseros terrestres
cubanos ponen caras largas. En un mirador del poblado La Cruz tres
mujeres sentadas en el piso no quieren abordar el tema.
"Tú estás loco. Si nos viran, esa gente nos pasan la cuenta", señalan.
Una mulata de ojos claros y otra amiga comentan en voz baja que "si por
hablar en contra del gobierno nos dieran la visa, habría que darnos
palos para que nos calláramos", comentan en un parque de La Cruz.
La mayoría de los cubanos que viajan por tierra son muy cautos a la hora
de hablar de política. Fuera de cámara reconocen que el culpable del
manicomio económico cubano es el régimen de los Castro.
Pero delante de un micrófono todo son justificaciones. Como las
expresadas por dos amigos a la entrada del refugio en el asentamiento de
La Cruz: "Dejé familia en Cuba", se justifica uno. Y el otro alega: "Si
hablo cosas que al gobierno no le gustan puede que no me permitan entrar
al país".
Un joven graduado de informática que trabajó para un diario oficial es
desconfiado por partida doble. Antes de dar su opinión, le pidió a una
amiga del periódico, mediante conexión de datos por telefonía móvil,
comprobar el perfil del periodista.
Después, a modo excusa, expresó: "Caballo, no tengo nada en contra, pero
es que ustedes trabajan en Radio y Televisión Martí. Y hablar ante la
cámara puede traerme consecuencias futuras en Cuba".
Más allá del esfuerzo y el gasto de dinero en su marcha por tierra hacia
Estados Unidos, esta nueva hornada de emigrantes cubanos cargan con el
miedo en las mochilas. Un Fidel Castro vestido de civil que muchos no
pueden superar.
Source: Balseros terrestres cubanos: sacrificio, desconfianza y miedo -
http://www.martinoticias.com/content/balseros-terrestres-cubanos-sacrificio-desconfianza-miedo/110567.html
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