Hablando se entiende la gente
PEDRO CAMPOS, La Habana | Octubre 24, 2015
Tuve la oportunidad de intercambiar con varios cubanos del exilio de
todas las tendencias políticas durante mi breve estancia en Miami para
participar en un encuentro auspiciado por la revista Convivencia, de
Pinar del Río. La reunión fue un intento de estructurar una especie de
tanque pensante donde quepan todas las visiones y propuestas para el
avance hacia una Cuba más desarrollada y próspera, democrática y
socializada en la que quepamos todos.
Ha sido una experiencia extraordinaria. Siendo un socialista reconocido
pude conversar hasta con compatriotas de tradicionales posiciones de
derecha, a los cuales la palabra socialismo no les hace ninguna gracia,
pero noté que llevaban a Cuba en las venas y no me fue difícil el
intercambio.
Fueron muchas las inquietudes sobre las cuales tratamos: los problemas
relacionados con la propiedad, la democratización de la sociedad, el
cooperativismo, las políticas actuales del Gobierno cubano, el
acercamiento entre Cuba y EE UU, entre muchos otros asuntos. Los escuché
y me escucharon con respeto. No solo hablamos, sino que logramos
coincidir en buena parte de lo discutido, con unos más que con otros.
Desde luego hubo desacuerdos, pero comprendimos que teníamos que seguir
intercambiando. No quedó el diálogo interrumpido en ningún caso.
Quizás mi experiencia más importante en este viaje fue comprender eso
que tanto se dice y poco se practica: hablando se entiende la gente.
Sobre la forma de alcanzar un proceso de democratización del sistema
político y económico cubano, siempre insistí en la necesidad del diálogo
inclusivo con todos, en reducir la retórica agresiva y en buscar las
vías para la distensión del ambiente político cubano. Si se pretenden
objetivos democráticos y humanistas, los métodos tendrían que ser
afines. Nada de violencias.
Necesitamos la reconciliación de la nación cubana y esto conlleva un
proceso de confianza, inclusión y tolerancia de todas las partes,
manifesté a mis interlocutores. Los únicos perdedores serán los que
quieran seguir viviendo del negocio de la confrontación.
Si los cubanos con fuerza en el Congreso de EE UU dieran señales de
cambio en su posición respecto al embargo-bloqueo -le dije a algunos-,
ese podría ser el inicio de un acercamiento que a la larga beneficiaría
a todas las partes. Algunos me dicen que el Gobierno cubano estaría ya
demostrando que, en realidad, no estaría interesado en el
desmantelamiento del bloqueo-embargo. Si así fuera, contesté, ¿qué
sentido tiene que un sector de la emigración se siga oponiendo también?
¿No sería hacerle el juego?
Un tema que salió en nuestras conversaciones fue el de la habilitación
del pasaporte cubano y el de la doble ciudadanía. Eliminar esa
habilitación y facilitar que los cubanos de doble nacionalidad puedan
viajar a Cuba sin restricciones y reconociéndoles todos sus derechos,
sería un paso claro del Gobierno cubano hacia la distensión con el
exilio, de gran impacto político y económico favorable para la Isla.
Podrían dedicarse varias páginas a describir todo lo positivo que eso
podría significar, pero bastaría con señalar que permitiría el
reencuentro de muchas familias, que una buena parte de la emigración
cubana radicada en Miami pudiera realizar una contribución importante al
desarrollo del potencial económico de Cuba, al poder estudiar in situ
las posibilidades concretas de contribuir en ese sentido.
Para evitar a los peligrosos o indeseables, bastaría con hacer una lista
de los no-bienvenidos y desde luego habría que explicar las razones.
Pero no es justo que por un pequeño grupo de no-bienvenidos, se limite a
muchos miles de cubanos sus posibilidades de viajar y sus derechos
ciudadanos.
La Constitución vigente expresa el deseo de que Cuba sea con todos y
para el bien de todos. Está claro: si aspiramos a esa Cuba, solo puede
lograrse por la vía de la reconciliación nacional y le toca al Gobierno
cubano dar pasos muy precisos en esa dirección, que rebasan la nueva Ley
Migratoria.
Intercambié con cubanos de todas las posiciones sobre el problema de la
reclamación de las propiedades por sus antiguos dueños. Sentí que existe
el consenso de no reclamar las viviendas. El tema de la tierra parecer
ser uno de los de mayor interés. Pero ellos mismos son los que más
abogan por que se tenga en cuenta la Constitución democrática de 1940 en
la conformación del nuevo marco judicial y constitucional y nadie olvide
que aquella Constitución proscribe el latifundio.
Sin embargo, como la tierra no se ha repartido toda y el Gobierno
mantiene la propiedad sobre la mayor cantidad, se facilitaría la
discusión del tema. Las tierras que ya hayan sido entregadas en
propiedad a personas privadas, pues habría que darles un tratamiento
diferente, algo en lo que coincidieron algunos de mis interlocutores.
El tema de las reclamaciones deberá atenderse debidamente, teniendo en
cuenta todas las aristas, pero no deberá comprometer el futuro de la nación.
Algunos participantes me dijeron que una gran cantidad de cubanos de los
que se fueron al principio y ya son millonarios fuera de la Isla, no
están interesados en invertir en Cuba, y otros que sí hay varios
empresarios cubanos dispuestos a ayudar a su desarrollo, sea con
inversiones directas o con préstamos a las pymes de propiedad privada o
asociada (las cooperativas y sociedades de accionistas) y a los
cuentapropistas.
Hablamos también del futuro de los trabajadores cubanos. Les expresé a
algunos el interés de una parte de la izquierda democrática cubana en
que los trabajadores cubanos no fueran simples asalariados del capital,
sino que, de alguna forma, participaran de la propiedad, la gestión y
las ganancias de las empresas. Con todos los que abordé el tema,
estuvieron de acuerdo.
Les expliqué que, si bien era cierto que muchos antiguos dueños habían
sido expropiados sin la debida compensación, también era cierto que los
trabajadores cubanos en todos estos años han estado devengando salarios
muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo. Si estamos hablando de
compensaciones, ¿quién va a compensar a los trabajadores por ese despojo?
Los trabajadores tendrían también derecho a participar de la propiedad
de las empresas, de las fábricas y de las tierras en una Cuba diferente,
por haber sido también expropiados de esa forma.
Expliqué que el problema más grave y complicado que enfrenta la nación
cubana no es su relación con EE UU, sino las relaciones políticas,
económicas y sociales generadas durante este medio siglo que hemos
vivido, derivadas de la excesiva concentración de la propiedad y el
poder político.
Por tanto habría que concentrarse en este tema y no hacer depender la
solución de nuestros problemas de las políticas de EE UU.
De la inteligencia y la sagacidad con que sepamos tratarlo, por el bien
de todos y sin volver a cometer los errores de antaño -en que la
solución de los problemas de unos se buscaba en la complicación de los
problemas de otros- dependerá que los cubanos seamos capaces de salir
adelante.
Equivocado estará y fracasará quien crea que la felicidad del pueblo
cubano pueda alcanzarse prescindiendo de una parte de sus hijos.
Este viaje me ayudó a conocer mejor al exilio cubano asentado en Miami y
a los compatriotas de allá a entender mejor qué pretendemos con un
socialismo democrático. Si así fue, como dicen la gente del barrio, sirvió.
Source: Hablando se entiende la gente -
http://www.14ymedio.com/opinion/Hablando-entiende-gente_0_1876012388.html
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