jueves, diciembre 04, 2014

El Fidel que todos llevamos dentro

El Fidel que todos llevamos dentro
La larga pesadilla del castrismo cubrirá a Cuba durante tiempo. La
educación, la decencia, los buenos modales y las virtudes ciudadanas no
se alcanzan mediante preceptos legales
miércoles, diciembre 3, 2014 | Vicente P. Escobal

MIAMI, Florida ––Más que un líder político Castro prefirió ser un ídolo.
Con sus largos discursos y su omnipresencia trató de ser inalcanzable en
su grandeza. Su manera de vestirse, su barba guerrillera, la ausencia de
una familia y la permanencia de una escolta pretoriana, hicieron de
Castro un talismán al que todo el pueblo debía rendir tributos, pues de
lo contrario sería enviado al patíbulo.

Todo esto produjo en los cubanos una suerte de indefensión, de
aplastamiento frente al todopoderoso, el sentimiento de que ese Mesías
era el único capaz de conducirlos hasta la victoria final.

Nadie es más inteligente que él, nadie más podía conducir las riendas de
la nación ni su destino. El dicho "seguramente Fidel no sabe que esto
está sucediendo" penetró el imaginario popular. Aquel "razonamiento"
reflejaba la creencia de que los problemas no llegarían a solventarse
sin la intervención del "gran talismán".

Castro se identificó a sí mismo como el Estado y esta abominación
política creó un enajenamiento en torno a la figura del Gran Líder, del
Comandante en Jefe. Sus decisiones no admitían el menor cuestionamiento
pues él encarnaba la esencia de la nación.

Cualquier ciudadano, incluso inspirado en los más nobles y auténticos
sentimientos patrióticos, corría el riesgo de ser enviado a la cárcel o
el paredón de fusilamiento ante la más mínima expresión de
discrepancia, disidencia o critica.

Esto hizo que el cubano fuera perdiendo su capacidad de análisis, de
interpretación de los fenómenos que se desataban a su alrededor.

Su interpretación de la historia.

La ideología castrista, enmascarada en el marxismo, le dio a Castro la
oportunidad de rehacer la historia de Cuba. Las generaciones más jóvenes
creen que antes de la revolución Cuba era una colonia de Estados Unidos
y que todas nuestras desdichas y desventuras partían de aquel país.

Fue tal el grado de manipulación de la historia que Fidel Castro llegó a
decir en el juicio tras el asalto al cuartel Moncada que el autor
intelectual del asalto había sido José Martí. Se atrevió a establecer
similitudes entre el pensamiento martiano y los dogmas marxistas.

Castro trató de aplicar a pie juntillas los afiebrados planteamientos de
Carlos Marx y Lenin respecto a la economía y lo hizo de una forma
deliberadamente oportunista. Su objetivo final era alcanzar el control
absoluto de las actividades laborales y para ello ideó un engendro de
movimiento sindical desprovisto de autonomía y representatividad.

Su objetivo, evitar las protestas obreras, maniatar a los líderes
sindicales, obstaculizar el funcionamiento de las asociaciones de
profesionales y, finalmente, apropiarse de todos los recursos de la
nación. Se trataba de la dictadura del proletariado en contra del
proletariado, de la explotación del hombre por el Estado.

El internacionalismo.

Mientras en la mayoría de los países del continente se sucedían cambios
democráticos, Castro elucubraba la forma de desestabilizar a esas
naciones mediante la creación de grupos terroristas.

La inquietud por la injusticia social constituía una cortina de humo a
las verdaderas intenciones de Fidel Castro enfiladas a propiciar daño
ideológico, moral, económico o diplomático – a Estados Unidos.

Castro quería ejercer su influencia en el resto del mundo e hizo grandes
esfuerzos para concretarlo aunque para ello fuera necesario asesinar
adversarios, incendiar, asaltar o secuestrar.

Muchos cubanos llegaron a creer que Cuba estaba destinada a salvar el
planeta y a sus habitantes. El paradigma de aquella enajenación fue el
Che Guevara, con su rostro de "santo con boina" que, con el transcurso
de los años se ha estampado en camisetas, banderolas, gorras, comercio
similar al Pato Donald o el Perro Pluto.

La violencia

Durante toda su vida adulta Fidel Castro demostró poseer una
personalidad violenta. Lo llevó a la vida pública el asalto al Cuartel
Moncada. La imagen de Castro evoca al sempiterno guerrillero, fusil en
mano, dispuesto a disparar en cualquier momento.

Sus argumentos a favor de la violencia armada se concretaron en la
promoción de grupos terroristas. Su visión apocalíptica tuvo su máxima
expresión cuando en 1962 aconsejó a los rusos lanzar un ataque nuclear
contra Estados Unidos.

La estrategia del castrismo se resume en que al adversario hay que
destruirlo, desparecerlo, devastarlo, y esa "lógica" es la causante de
la violencia presente en la sociedad cubana.

En Cuba, donde la fraternidad y la hermandad eran fundamentales, sucedió
un fenómeno que solo se explica por el efecto que tiene el terror en el
alma de las sociedades, efecto que multiplica odios, desconfianzas,
violencias y todo lo que arruina la convivencia.

Muy a pesar del terror implantado, las masas han aprendido a identificar
las causas de sus apremios. En Cuba hasta los niños y los adolescentes
saben que algo anda mal, que no funciona, que algo los hace desiguales a
los niños y adolescentes del resto del mundo.

Para destruir hasta la última simiente del pensamiento castrista y la
influencia de la personalidad del dictador en la sociedad se necesitará
tiempo y mucha paciencia porque la educación, los buenos modales, la
decencia y las virtudes no se alcanzan mediante preceptos legales. La
larga pesadilla del castrismo cubrirá a Cuba durante algún tiempo.

Source: El Fidel que todos llevamos dentro | Cubanet -
http://www.cubanet.org/colaboradores/el-fidel-que-todos-llevamos-dentro/

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