viernes, febrero 24, 2012

Viaje al centro de la involución

Viaje al centro de la involución
Viernes, Febrero 24, 2012 | Por Jorge Olivera Castillo

LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Cada vez se sienten con mayor
fuerza los aires de ruina que recorren las barriadas de La Habana. Salvo
zonas muy bien delimitadas, las ruinas y la mugre constituyen hoy un
distintivo a prueba de irrevocabilidades.

No solo es la estropeada arquitectura, el sello de un modelo político
varado en las orillas del absurdo. Delante o bajo esas edificaciones a
punto de colapsar, permanecen los obreros que rumian sus desconsuelos,
las amas de casa que buscan alternativas para soportar los embates de la
escasez, los profesionales sentados sobre sus expectativas marchitas, y
las oleadas de jóvenes tratando de rebajar la pureza de su pesimismo con
puntuales sorbos de alcohol y aguerridas jornadas de sexo y violencia.

Esa es parte de la escenografía que se observa en los primeros planos de
una ciudad tan parecida a una postal de postguerra.

Sin bombas ni desembarcos de la infantería enemiga, innumerables sitios
de la capital ofrecen una réplica de lo que un día fue Sarajevo, después
de la guerra civil, ocurrida entre 1992 y 1995.

No hay manera de esconder esa suma de desastres que desdicen la eficacia
de un dogma. Una vez más, la teoría nada tiene que ver con la práctica.
Es evidente la degeneración del discurso prometedor y entusiasta.

Cuba se acerca al término de un ciclo histórico que muestra un balance
muy desfavorable, aunque atenuado por obra y gracia del festinado uso de
las estadísticas. Pero a fin de cuentas, como reza el axioma popular,
aunque el mono se vista de seda, mono queda.

La propaganda alrededor de una revolución que comenzó a perder su brillo
a partir de 1968, con el afianzamiento del radicalismo en materia
económica y social, hasta quedar como una suerte de chirimbolo de cuarta
categoría, siempre ha aventajado a ese mundo real donde casi todo se
malogra a causa de los burócratas y las descaminadas perspectivas de
quienes dirigen el país con mentalidad de sargento mayor.

Hace pocos meses que proliferan por los barrios de La Habana unos
carromatos convertidos en tarimas ambulantes para comercializar
productos del agro, como es ya costumbre, a precios estratosféricos para
nuestros bolsillos.

La imagen no ayuda a redefinir los conceptos que sitúan a Cuba en la
ruta de la involución.

Muy al contrario, este detalle refuerza la tónica de la depauperación de
un país, tal vez mejor, en términos sociales, que algunos países del
área latinoamericana, pero lejos de ser un paradigma.

Ver el pugilato que forman los habaneros para agenciarse 10 libras de
papas per cápita en los mercados estatales, además de denigrante, es una
realidad que explica al detalle en qué nivel nos encontramos.

En pos del tubérculo, van jubilados, niños, profesionales, amas de casa
y, obviamente, un ejército de marginales que, de diversas formas,
obtienen dinero a costa de la necesidad y la desesperación de sus
vecinos. Tanto los primeros turnos en las colas, como el producto sacado
por la izquierda, en componenda con los administradores del local, se
venden al mejor postor.

Son escasas las razones para aplaudir la miríada de eventos que suceden
hoy en La Habana, en detrimento de una existencia medianamente normal, a
no ser que la acción esté condicionada por el miedo o el oportunismo.

Sobran las certezas de que a estas alturas los culpables no van a
aceptar su fracaso. Es obvio que a pesar de todos los camuflajes, los
ripios del tercermundismo se hacen notar cada vez más. Ni la ayuda de la
antigua Unión Soviética en su momento, ni los petrodólares de Hugo
Chávez ahora, han sido suficientes para darle lustre a un fraude.

oliverajorge75@yahoo.com

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