Bacardi, mucho más que un ron
La familia que da nombre a la célebre marca jugó un papel muy importante
en la vida social, política y económica de Cuba, desde su lucha por la
independencia a su oposición a dictadores como Batista y Castro
Por Enrique Clemente 4/12/2011
Para la mayoría de la gente, Bacardi es solo el nombre del famoso ron.
Pero también es el apellido de una familia protagonista de la política y
la economía cubana de los últimos 150 años. En Bacardi y la larga lucha
por Cuba (Principal de los Libros) Tom Gjelten traza su historia, desde
que Facundo Bacardi Massó, un emigrante catalán al que todos llamaban
don Facundo en señal de respeto, fundó la compañía en Santiago en 1862
hasta que se convirtió en una poderosa multinacional que vende sus
productos en 100 países. Pero su libro no solo trata de esta
extraordinaria estirpe de comerciantes, de sus relaciones de amor-odio
con la corona española, Fidel Castro y Estados Unidos, sino que a través
de su microcosmos recorre la apasionante historia cubana. Es también un
relato que aborda los conflictos entre capitalismo y comunismo,
nacionalismo e imperialismo, libertad y tiranía. El autor destaca a
Extra que «en todos los momentos históricos del último siglo y medio hay
un Bacardi presente». Por eso, «es fácil relatar la historia de Cuba con
los Bacardi como personajes».
Todo empezó con don Facundo, que creó una pequeña destilería cuando Cuba
era una rica colonia española e inventó la «fórmula secreta» de un ron
más suave y ligero que el tradicional que solo consumían los bucaneros,
los marineros y los obreros en tabernas de baja estofa, con lo que abrió
un mercado mucho más extenso. El avispado empresario mostró un notable
talento para el márketing. Firmaba de su puño y letra las etiquetas de
sus botellas para autentificarlas y potenciar su marca. También concibió
el logo del murciélago, que se consideraba un símbolo de fraternidad,
buena suerte y fidelidad.
Gjelten resalta que «los Bacardi fueron líderes tanto en la política
como en el mundo de lo negocios». Emilio, el hijo del patriarca, que
nació en Cuba pero fue educado en España, jugó un papel clave en la
lucha por la independencia tanto en la Guerra de los Diez Años
(1868-1878) como en la de Independencia (1894-1898), como recolector de
fondos para comprar armamento y suministros y sirviendo de enlace entre
los combatientes y sus seguidores en Santiago. Este intelectual liberal
fue detenido en dos ocasiones y enviado a la cárcel en España por esas
actividades. Lo arriesgó todo, su negocio y hasta su vida, por la causa
de la independencia cubana. Posteriormente, colaboró con los ocupantes
estadounidenses y fue el primer alcalde cubano de Santiago y senador,
hasta que abandonó la vida política para concentrarse en su negocio, su
familia y la literatura. Es el personaje más poderoso y atractivo del
libro, un librepensador que practicó la teosofía y fustigó a la poderosa
Iglesia católica, defensor de la abolición de la esclavitud, capaz de
traerse una momia de Egipto y autor de la historia de Santiago en 10
volúmenes.
El prestigio del ron Bacardi a finales del siglo XIX era tal que se
llegó a dar por cierto que era bueno para la salud. Fue a raíz de que su
médico de cabecera se lo recetara al niño rey Alfonso XIII en 1892.
Tenía una fiebre tan alta que se temía por su vida. Tomó un sorbo, se
durmió y cuando despertó la fiebre había desaparecido. El doctor
escribió una nota a los Bacardi dándoles las gracias por haberle salvado
la vida. La compañía no desperdició la ocasión para hacer propaganda.
Partiendo de la nada, Bacardi se fue convirtiendo en una de las empresas
más importantes del país, totalmente cubana, que suministraba un
producto autóctono por excelencia, promocionado como «el que a Cuba ha
hecho famosa». En el siglo XX, bajo el liderazgo de dos lumbreras de los
negocios, Enrique Schueg y José Pepín Bosch, se consolidó como la firma
cubana más grande e importante de la isla y se expandió
internacionalmente. Schueg tuvo la visión de llevar la producción
primero a Puerto Rico y luego a México, lo que supuso su salvación
cuando Castro tomó el poder.
Bosch sirvió como un fugaz ministro de Finanzas del presidente Carlos
Prío. Luego fue un tenaz opositor al dictador Fulgencio Batista, uno los
contados empresarios que se atrevieron a pedir la restauración de la
democracia. Durante la rebelión castrista los Bacardi también jugaron un
papel destacado. Al igual que pasó en la época de la lucha por la
independencia, actuaron como recaudadores de fondos y seguidores de la
revolución. A título individual, dieron cientos de miles de dólares al
Movimiento 26 de Julio. Pepín Bosch, como presidente de la compañía,
apoyó la revolución. En enero de 1959, menos de tres semanas después del
triunfo de los barbudos, pagó los impuestos que le correspondían a
Bacardi para todo el año para apoyar al nuevo Gobierno, necesitado de
ingresos. Una muestra de la importancia de Bosch fue el hecho de que
Fidel Castro lo eligiera como el único empresario que lo acompañó en su
viaje oficial a Washington, en abril de 1959. Gjelten relata la bronca
que tuvieron en el avión y su ruptura.
Feroz anticastrista
Castro incumplió sus promesas democratizadoras y en 1960 expropió
Bacardi junto a otras 300 empresas privadas. En julio, Bosch se exilió
en Miami. Afortunadamente para la dinastía, había tenido la visión de
establecer una gran destilería en Puerto Rico y filiales en otros países
que la convirtieron en una compañía completamente globalizada.
Bosch se convirtió en un furioso adversario de aquel revolucionario al
que respaldó en sus inicios y que se había convertido en un dictador.
Junto con otros miembros de la familia, en especial el magnate Jorge Mas
Canosa, dedicó sus esfuerzos a tratar de acabar con Castro. Participó en
la fallida invasión de la bahía de Cochinos, compró un B-26 para
bombardear las refinerías de petróleo en Cuba, una operación que se
abortó en el último momento, se involucró en los intentos para asesinar
a Fidel e hizo aportaciones millonarias a lobbies anticastristas en
Estados Unidos para endurecer el embargo. Bosch murió en 1994 a los 95
años sin volver a poner un pie en la isla. Durante más de un siglo la
familia estuvo implicada intensamente en la causa cubana que en los
últimos años identificaron por completo con la deposición de Castro.
Ahora Bacardi es la tercera compañía mundial de bebidas alcohólicas, por
detrás de Diageo y Pernod Ricard. Una multinacional con sede en Bermudas
que sigue siendo casi enteramente propiedad de la familia. Su actual
presidente es Facundo Bacardi, tataranieto del fundador, nacido en
EE.?UU. y que se considera más norteamericano que cubano. La historia ha
hecho que una de las familias más patrióticas y enraizadas en la vida
cubana haya perdido sus raíces.
http://www.lavozdegalicia.es/santiago/2011/12/04/0003_201112SX4P24991.htm
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