jueves, junio 30, 2011

Hace 50 años Fidel Castro definió política cultural de la Revolución

Hace 50 años Fidel Castro definió política cultural de la Revolución
ANIVERSARIO
Fuente: Juan Carlos Salazar (dpa) | 29/06/2011

La Habana, 29 jun (dpa) - Con una frase que pasó a la historia como un
mandamiento revolucionario, Fidel Castro definió hace 50 años la
política cultural de la Revolución Cubana: "Dentro de la revolución,
todo; contra la revolución, nada".

La frase, que excedió ampliamente el ámbito cultural para convertirse en
un principio "fundamental", fue pronunciada en un ambiente de gran
efervescencia revolucionaria, dos meses después de la fracasada invasión
militar estadounidense a Playa Girón y de la proclamación del carácter
socialista de la Revolución Cubana.

Castró abordó el tema de la cultura en un dicurso pronunciado el 30 de
junio de 1961 en la Biblioteca Nacional en la última de tres reuniones
con escritores, artistas e intelectuales, en el que trazó la frontera de
la libertad de creación dentro de un proceso como el que vivía Cuba tras
el triunfo de los guerrilleros de la Sierra Maestra el 1 de enero de 1959.

En su alocución, conocida históricamente como "Palabras a los
intelectuales", el entonces todavía primer ministro cubano planteó como
una cuestión "sutil", pero "esencial", el hecho de "si debe haber o no
una absoluta libertad de contenido en la expresión artística".

"Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la
Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el
primer derecho de la Revolución es el derecho a existir", sentenció el
líder cubano entre los aplausos de su auditorio.

La definición marcó un antes y un después en el quehacer cultural
cubano, no sólo porque se constituyó en la piedra fundamental de la
política cultural de la Revolución, sino porque se proyectó como un
parteaguas en el compromiso de los intelectuales respecto al régimen
socialista de La Habana.

El encuentro de Fidel Castro con los escritores y artistas tuvo como
marco una polémica en los medios culturales sobre la censura de un
cortometraje que el recién creado Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAI) había considerado un canto al pasado de la
dictadura batistiana.

Castro dijo no haber visto el documental, pero reivindicó el derecho del
Estado "a regular, revisar y fiscalizar las películas que se exhiban al
pueblo", porque, según dijo, negarle esa facultad al gobierno, sería
negarle "su función y su responsabilidad, sobre todo en medio de una
lucha revolucionaria, de dirigir al pueblo y de dirigir a la Revolución".

"Permítanme decirles en primer lugar -afirmó- que la Revolución defiende
la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de
libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las
libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a
asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que
esa preocupación no tiene razón de ser".

Agregó que un "revolucionario verdadero" está dispuesto "a sacrificar
hasta su propia vocación artística por la Revolución", pero admitió que
otros intelectuales, sin ser revolucionarios pero "honestos", deberían
encontrar "dentro de la Revolución" un campo para trabajar y para crear,
pero -aclaró- "dentro de la Revolución".

La prensa oficial cubana recordó estos días que la pieza oratoria de
Castro, que "en su momento marcó los derroteros de la naciente y pujante
política cultural" de la Revolución Cubana, "mantiene plena y total
vigencia".

Para muchos intelectuales cubanos y latinoamericanos que habían visto
con simpatía el triunfo revolucionario y habían adherido a la causa
socialista, las palabras de Castro representaron, sin embargo, el
principio de un distanciamiento que terminaría diez años después en
divorcio con el estallido del llamado "caso Padilla".

Ganador del concurso de poesía de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba (UNEAC) por su libro "Fuera de juego", Heberto Padilla fue
arrestado en 1971 y liberado días después tras una retractación pública
de su pasado "contrarrevolucionario", en una autocrítica que fue
rechazada por conocidos intelectuales como una "farsa".

Entre los críticos figuraban Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos
Fuentes, Juan Goytisolo, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Susan
Sontag, Marguerite Duras y Pier Paolo Pasolini.

En los años siguientes muchos artistas y escritores cubanos emigraron al
exterior, en una diáspora que tuvo entre sus principales exponentes a
Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Norberto Fuentes, Zoe Valdés
y Raúl Rivero.

Otros se quedaron en la isla, algunos en posiciones críticas y otros
defendiendo las conquistas básicas de la revolución, como los
emblemáticos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. "Soy oficialista a mucha
honra", dijo recientemente Rodríguez, mientras que Milanés afirmó que
nunca abandonará Cuba.

http://www.elpais.cr/articulos.php?id=48353

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