La agonía del castrismo
La historia demuestra que la revolución cubana se volvió inoperante e
injusta hace ya muchos años
VÍCTOR GUILLOT
Hay una agonía del comunismo como hay una agonía del cristianismo, lo
que pasa es que el muerto, con barbas de apóstol, no termina de morirse.
Antaño, admiramos el castrismo por la misma razón que hogaño lo
lamentamos: ha sido capaz de mantener el socialismo castrista durante
más de cincuenta años en Cuba. Hay quien cree que no se puede criticar
el régimen cubano mientras continúe el embargo, del mismo modo que hay
quien defiende el embargo hasta que no se construya una Cuba
democrática. El caso es que tras la muerte por huelga de hambre de
Orlando Zapata, renace el debate y la división entre los partidarios del
bloqueo y los del desbloqueo, divididos los primeros entre puristas de
la revolución y de la contrarrevolución, divididos los segundos entre
humanitarios y activadores del cambio mediante la desaparición del acoso
imperial.
La cuarta marcha de protesta de las Damas de Blanco en el séptimo
aniversario del encarcelamiento de 75 opositores cubanos, fue de nuevo
increpada por cientos de partidarios del Gobierno en el centro de La
Habana, en la tarde ayer. Escribió el poeta Reynaldo Arenas que las
revoluciones no se hacían en las cárceles; sin embargo, tras la muerte
de Zapata, la disidencia cubana ha logrado que se escuche su voz en toda
Europa y sea reconocida por la mayoría de la izquierda.
En España, los socialistas nos hemos agarrado al alfiler rojo que se
clava en Cuba para demostrar que la revolución tiene un sentido en la
historia. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que la revolución
castrista se volvió inoperante e injusta hace muchos años. Al tiempo que
el PCE defiende históricamente la protección de los derechos humanos,
las elecciones libres y la democracia, se ha manifestado indulgente con
la dictadura castrista. Achacar la huida de los balseros, la pobreza, el
control policial y la censura al aislamiento, el bloqueo y la propaganda
imperial no ensombrecen la otra verdad que Reynaldo Arenas plasmó en
letras: una dictadura tan doliente como el mismo infierno.
Los comunistas de Gijón no son ajenos a este debate. Sin embargo, lejos
de hacer una análisis ceñido de la realidad política cubana, la semana
pasada se descolgaron con un documento político de escaso rigor, más
propio de un comentario de taberna que de una posición política aprobada
en un consejo de cooperación internacional. Antes de caer en las
comparaciones absurdas y tópica entre Cuba y España, hubiera sido
intelectualmente más gratificante que el consejo analizara cuál debe ser
el papel de nuestro país en la transición a la democracia cubana.
Veinte años después de la caída del muro de Berlín y de la hegemonía del
pensamiento único neoliberal que prometió la felicidad en el mundo y
desde la redundancia de una revolución isleña y aislada, debemos aceptar
que el castrismo ha sido un completo fracaso, pero también debemos
asumir que Cuba necesita ayudas comerciales e inversoras que liberen a
un pueblo de la otra dictadura, el hambre, y afiancen el ejercicio de
los derechos humanos.
http://www.lne.es/opinion/2010/03/19/agonia-castrismobr/888806.html
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