miércoles, diciembre 07, 2016

La estabilidad aparente

La estabilidad aparente
El ensanchamiento o la disminución de la brecha entre la Cuba del
ciudadano de a pie y la Cuba que a los ojos del mundo intenta ofrecer
una visión de permanencia continúa definiendo al Gobierno de Raúl Castro
Redacción CE, Madrid | 07/12/2016 9:03 am

Durante los últimos años hemos asistido al desarrollo de una política
exterior exitosa por parte del Gobierno cubano. Multiplicarse los
acuerdos, diversificarse las fuentes de ingresos y consolidarse un
importante número de inversiones. También se ha permitido la expresión
de opiniones diversas ―bien es cierto que en limitados asuntos― y la
aceptación, más allá de lo que por décadas fue el patrón oficial de
formas alternativas de conducta, en aspectos que van de las preferencias
sexuales al modo de ganar dinero por medios lícitos. Con una
consistencia absoluta, que desafió los pronósticos, asistimos a un
traspaso de poder ―por momentos de alcance limitado, otras veces más
amplio de lo esperado― aceptado en todos los centros de poder, incluso
en Washington, y que solo en Miami no solo se rechaza sino se niega. Sin
embargo, donde el Gobierno cubano no logra levantar cabeza es en un
desarrollo económico que se exprese en mejoras en el nivel de vida de la
población, y el "enemigo" que de forma pausada pero constante ha
comenzado a ganarle batallas es el sector privado de la economía.
Permitido a una escala que ha motivado que ―a veces con desprecio y
otras con razón― se le considere simplemente como la multiplicación de
timbiriches, esos pequeños negocios y esfuerzos personales han comenzado
a cambiar no solo la situación del país sino hasta su paisaje.
Por ejemplo, el sector privado ha demostrado una mayor eficiencia en la
construcción de viviendas que el Estado, que se ha visto obligado a
reconocerlo públicamente. El resultado no es asombroso, pero si se
considera que cualquier gran firma constructora, en un país como Estados
Unidos, busca aplastar sin remedio no solo al constructor aislado sino a
la pequeña empresa edificadora ―al punto de que estas últimas tienen que
contar con protección y ayuda federal en el mejor de los casos― queda
claro no solo la ineficiencia del Estado cubano, sino su vocación para
el despilfarro.
Es decir, que en Cuba el Estado aprovecha al máximo su poder represivo,
pero malgasta su poder económico. La explicación de esta ineficiencia
estatal está dada en gran medida en el hecho de que el burócrata no se
beneficia de la eficiencia, sino todo lo contrario. Como en buena medida
sus privilegios dependen de que el acceso de bienes y servicios se
mantengan escasos, hace todo lo posible para perpetuar esa situación.
A este problema se ha enfrentado el presidente Raúl Castro, al tratar de
buscar una mayor eficiencia en la economía, pero sus resultados han sido
limitados al extremo. Su Gobierno ha tomado medidas destinadas a evitar
fenómenos que van del tráfico de divisas a la evasión fiscal, la
corrupción y el robo en las empresas estatales, pero la ineficiencia
continúa siendo un aspecto clave al describir las deficiencias de la
economía cubana.
Tanto el limitado sector privado, como el amplio sector de economía
estatal están en manos de personas que conspiran contra esa eficiencia
por razones de supervivencia.
La fragilidad de un socialismo de mercado es que su sector privado, si
bien en parte está regulado por ese mismo mercado, en igual o mayor
medida obedece a un control burocrático. Al mismo tiempo, este control
burocrático lleva a cabo muchas de sus decisiones a partir de factores
extraeconómicos: políticos e ideológicos.
Asombra la distancia entre todo ese aparato efectivo de control
nacional, que ha logrado mantenerse sin variaciones; ese esfuerzo en
ampliar los servicios de cara al turismo internacional, y esos
resultados tan pobres, en lo que tiene que ver con la satisfacción de
las necesidades de la ciudadanía, que de pronto convierte en noticia el
surgimiento de un puesto de fritas o la reapertura de una tienda de
tarecos con precios exagerados. Como si fuera necesaria la actuación de
un Estado poderoso para poner a la venta candados, tuberías y hamburguesas.
Ridículo que un aparato tan completo y complejo, a la hora de actuar con
éxito en la esfera internacional, sea tan torpe y limitado cuando se
trata de ofrecer unos cuantos artículos.
El ensanchamiento o la disminución de la brecha entre la Cuba del
ciudadano de a pie y la Cuba que a los ojos del mundo intenta ofrecer
una visión de permanencia, estabilidad y desarrollo continúa definiendo
al Gobierno de Raúl Castro, más ahora tras la muerte de su hermano mayor.
Las apariencias de estabilidad, sin embargo, no deben hacer olvidar que
lo que hasta ahora ha resultado determinante, en casi todas las naciones
que han enfrentado una situación similar a la hora de definir el destino
de un modelo socialista o de levantarse contra una tiranía, es la
capacidad que ha tenido el régimen para lograr que se multipliquen no
mil escuelas de pensamiento sino centenares de supermercados y tiendas.
Eso y la fidelidad del ejército nacional al Gobierno.
El mantenimiento de un poder férreo y obsoleto sobrevive no solo por la
capacidad de maniobrar frente a las coyunturas internacionales, y por
sustentarse fundamentalmente en la represión y el aniquilamiento de la
voluntad individual, sino que el desarrollo de una sociedad que busca
avanzar en lo económico y la satisfacción de las necesidades materiales
del ciudadano, aunque sea sobre una base de una discriminación económica
y social en aumento, pueda permitir a la vez el mantenimiento del
monopolio político clásico del sistema totalitario.
La propiedad estatal y privada pueden coexistir en la Cuba actual, pero
se trata de una simbiosis incómoda, plagada de aspectos imprácticos,
cuyo equilibrio es más una apariencia que una estabilidad real.

Source: La estabilidad aparente - Noticias - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/la-estabilidad-aparente-327970

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