sábado, noviembre 12, 2016

Comidos por el ansia de hacer mal

Comidos por el ansia de hacer mal
JOSÉ ANTONIO ZARRALUQUI

El apóstol cubano, José Martí, que además de las palabras de colores era
dueño de una visión que calibraba cuanto lo rodeaba, a la muerte de Karl
Marx escribió que aquel hombre, por haberse puesto del lado de los
débiles y andar "comido del ansia de hacer bien", merecía ser honrado.

Dicha opinión obviaba la multiplicidad de interpretaciones que los
seguidores del pensador comunista habían dado enseguida a sus teorías,
algunas mero terrorismo y tan encontradas que le permitieron afirmar al
propio Marx, antes de finalizar su existencia, "todo lo que sé es que yo
no soy marxista".

Pero Martí, tan listo, no se llamaba a engaño. Y explicó allí mismo que
"no hace bien el que señala el daño y anda en ansias temerosas de
ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño". Y al
finalizar aquella crónica sobre la muerte de Marx previno: "Suenan
músicas, resuenan cantos, pero se nota que no son los de la paz". ¡Es
que la paz y el comunismo no casan!

El deceso de Marx ocurrió en 1883; en lo restante del siglo XIX, y muy
especialmente en el siguiente, el XX, todas las variantes del marxismo,
sin excluir una sola aunque por supuesto unas más que otras, en especial
las que consiguieron el poder en cualquier rincón del planeta,
demostraron ser máquinas despiadadas de implantar a sangre y fuego las
disparatadas ideas del economista prusiano, propalador de la especie de
que la filosofía se limitaba a interpretar el mundo de múltiples formas
cuando lo importante era cambiarlo.

Las modalidades marxistas que no alcanzaron el poder no fueron por eso
en general más amables, sino que mantuvieron la disciplina partidaria
con toda suerte de apremios sicológicos, económicos y, cómo no, físicos,
llegando al apaleamiento y el pistoletazo.

Pues bueno, aquí y allá, dondequiera que tuvieron la oportunidad,
empezaron a cambiar el mundo. Y a cambiarlo de a de veras. Lo blanco
pasó a ser negro y lo negro, blanco. La decencia quedó abolida. La
traición se puso a la orden del día. Los vocablos pasaron a significar
cosas diferentes. El miedo cundió. El hambre fue establecida como
doctrina de estado. La existencia cotidiana pasó a ser un tejido
inextricable de mentiras. Y a bombo y platillo se promulgó que las
luminosas ideas del marxismo comenzaban a brillar.

En Rusia, que empezó la saga con la revolución bolchevique se cumplen
ahora 99 años; en Europa del este, en China, en Indochina, en parte de
Corea, en Cuba, en Nicaragua, ahora en Venezuela, dondequiera que los
comunistas consiguieron mandar el resultado fue y sigue siendo
desastroso. El Libro negro del comunismo hace la cuenta de 100 millones
de personas sacrificadas por esa doctrina fallida, tan estúpida como
impiadosa. ¡Cien millones de seres humanos! Aunque en la medida en que
el disparate subsista en algún sitio las víctimas seguirán creciendo.

No. Por mucho que arguya, tergiverse y propagandice su ideología letal
la falange comunista no puede seguir presentándose como abanderada de lo
noble y de un futuro de prosperidad y bienestar: cien millones de
muertos la desmienten. Los comunistas hoy, no importa de qué lugar del
planeta sean, tras sus desmanes en el siglo XX no pueden pretender estar
motivados por el deseo de hacer bien. Hoy sabemos que, exclusivamente,
están comidos por el ansia de hacer mal.

Analista político.

Source: Comidos por el ansia de hacer mal | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article114179713.html

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