miércoles, febrero 15, 2012

Crónica de una violación esperada

Crónica de una violación esperada
Miércoles, Febrero 15, 2012 | Por Héctor Maseda

LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -En la madrugada del 6 de
febrero, de 2012, Maritza Castro Martínez estaba profundamente dormida,
en su vivienda, sita en Calzada de Buenos Aires 374, en el Cerro, La
Habana, pero un fuerte ruido la despertó. Para su estupor, vio a dos
hombres desconocidos parados frente a ella, a menos de un metro de
distancia.

La miraban fijamente desde su terraza, a través de la ventana que aún
estaba sin cristales y con la armazón de aluminio destrozada, por la
acción de otros intrusos, pertenecientes a las bandas paramilitares
movilizadas por la policía política. Relacionó la irrupción de estos dos
sujetos con lo ocurrido unos días antes, cuando le destrozaron las ventanas.

Castro Martínez pertenece a Las Damas de Blanco y también al Movimiento
"30 de Noviembre". Es opositora política pacífica y activista defensora
del respeto a los Derechos Humanos.

Comprendió que, al igual que los otros que habían roto las ventanas,
estos hombres habían sido enviados para reprimir y retirar de la terraza
los carteles antigubernamentales.

¿Alguien escucharía sus gritos y acudiría en su ayuda? Por su frente
corrían gotas de sudor. No había frío, mas su cuerpo temblaba y su
respiración era arrítmica y galopante. No sabía qué hacer, ni de qué
serían capaces, o que ordenes tenían, aquellos personajes que parecían
salidos de una pesadilla.

Tal vez los golpearían, a ella y a su hijo. Podrían intentar abusar de
ella y, de ese modo, simular que eran sólo delincuentes comunes: robo y
violación.

Se armó de valor y les gritó a los intrusos: "Ladrones. Descarados. ¿Qué
hacen ahí, mirándome en ropa de dormir? Lo que hacen es un delito:
violación de domicilio con fuerza".

En eso llegó su hijo al cuarto. Ante los gritos de ambos, los individuos
abandonaron la terraza, bajaron a la plancha del vehículo que los había
traído (un camión estatal utilizado para recoger desechos), y
abandonaron el lugar.

Pero a pesar de la rápida huida de los visitantes, Castro Martínez pudo
identificar, agazapados en el parqueo de la vecina perfumería "Suchel",
a diez metros de su vivienda, a dos oficiales de la policía política a
quiénes conocía. Se dirigió a ellos y les gritó: "Mañana pondré el doble
de los carteles que me quitaron ayer".

A mi pregunta sobre qué deccían las pancartas, Maritza me respondió:
"Terrorismo no"; "Extorsión, no"; "Discriminación, no"; "Fidel y Raúl,
paguen lo que rompen"; "¡Dictadura, no!; "Libertad de expresión, sí".

Para Maritza, el asedio comenzó con la huelga de hambre que inició en su
casa el 13 de diciembre de 2011, ocasión en que colocó carteles para que
se conociera públicamente el motivo de su protesta: exigir la libertad
de Ivonne Malleza e Ignacio Martínez.

Se mantuvo en la huelga durante 29 días (hasta el 11 de enero de 2012),
y colocó varios carteles en la parte exterior de la terraza, precintados
en las ventanas de cristal de su cuarto, que dan a la calle principal
del vecindario, para que los transeúntes pudieran leerlos.

A los 26 días de iniciado el ayuno, varios de sus hermanos de lucha
vinieron a verla, conocedores de que su salud estaba deteriorada en
extremo, para apoyarla, solidarizarse y participar del ayuno, en el cual
se mantuvo hasta que fue liberado el matrimonio de luchadores pacíficos.

Los días 6, 7, 8 y 9 de enero, mientras continuaba en huelga, sufrieron,
ella y su familia, mítines de repudio, insultos, amenazas y frases
soeces, que duraban desde horas tempranas hasta el anochecer, día tras día.

Fue entonces cuando, desde la calle, los paramilitares vestidos de civil
empezaron a utilizar unas varas de varios metros de longitud, que son
empleadas por la Empresa Eléctrica, para romper y quitar los referidos
carteles. Maritza y sus hijos volvieron a colocar, como pudieron, otros
carteles, el 2 de febrero.

Ahora reclaman al gobierno que sean reparados los destrozos causados por
sus hordas. También se lo exigió verbalmente a los dos oficiales que
dirigían el operativo policial. Esta conversación la sostuvo con el
Teniente coronel Pérez Pérez, y con otro oficial que le acompañaba,
ambos del Departamento de Seguridad del Estado.

Ellos trataron de justificarse, argumentando que la intención había sido
retirar los carteles sin dañar la propiedad. Ella les ripostó: "¿Cómo
van a compensarme los daños causados? Yo no tengo recursos para
asumirlos. Fui expulsada de mi centro de trabajo, en el Bufete Colectivo
"José Martí", donde laboraba como técnico medio".

Maritza ha colocado en su terraza nuevos carteles, iguales a los
anteriores, y me comentó: "Ahora les resultará más difícil romperlos,
porque los monté en unas planchas de madera ligera pero resistente,
tapando los huecos que me dejaron cuando violentaron mi hogar. Veremos
quién se cansa primero".

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